Por: Daniel Hernández García.

Tenía muchas ganas de verla otra vez, le llame a su teléfono para citarnos he ir a ver una película y un tributo a Joy Division. Estábamos mirando la pantalla observando la pérdida de control de Ian Curtis mientras en mi estomago pequeñas olas de desesperación se formaban para romper en mis entrañas. Yo no sabía que decir, esperaba que las ideas llegaran a mi mente como colateral de mi alto consumo de alcohol…. Pero nada salió de mis labios. Mis ojos la estudiaron y la estrujaron pero no me supieron decir si estaba conmigo o ausente, una espiral me tragaba y me alejaba de los demás espectadores dejando atrás a Pamela que se encontraba dentro de su muro.

-¿tienes cigarros?, tengo ganas de fumar. Me dijo Pamela.

Me busque en todas mi bolsas pero nada, no tenía ni una sola bacha, era un mal momento para no traer provisiones.

-no traigo pero podemos bajar a comprar unos.

– ok vamos.

Salimos poco a poco esquivando cuerpos hasta estar fuera del Atlántico, estando en la calle , no encontramos a ningún vendedor ni tampoco puestos de periódicos abiertos, además estaba chispeando, caminamos mientras que personas corrían de un lado a otro tratando de esquivar la lluvia, para mí en ese momento todo perdía relevancia, lo primordial era conseguir cigarros. Caminamos hasta llegar a la calle de Madero, perdí un momento de mi lado a Pamela y cuando la busque con el rabillo del ojo, ella regresaba con un cigarro posado en sus labios y otro en los dedos para mí, no le pregunte de donde los había conseguido, me limite a tomarlo y fumar el suave sabor de la muerte que me acababa de la misma forma en que lo fumaba…. Lentamente rico.

-¿Quieres regresar a ver la película?

-no, ya la vi ,mejor caminemos un rato.

-ok, pero regresamos para el tributo.

Caminamos sobre la calle de Madero mientras la lluvia caía sobre nosotros y lo disfrutábamos
La tome de la mano para no perderla pero ella me tomo de la cintura. Ella tenía el control y lo sabía. Caminamos hasta llegar a la arquitectura de la iglesia de una abadía que conoció su final siglos atrás dejando pequeñas muestras de la opulencia del engaño e ignorancia que a vista del ojo humano se levanta majestuosa y hermosa. Entramos en ella y admiramos los cuadros que por siglos habían esperado nuestra visita, Pamela que tiene conocimientos en latín trato de leerme un cuadro pero el desgaste de la pintura y la caligrafía barroca lo hizo imposible. Salimos después de un rato de la iglesia y caminamos para sentarnos frente a la alameda y platicar, así paso un buen rato. Ella me dejo conocerla y yo la deje entrar, el ambiente dejo de existir por un momento, los ruidos de la urbe se convirtieron en lejanos mitos, el momento se reducía ella y a mí.

Nos quedamos callados por un momento y nuevamente se formaban olas en mis entrañas que rompían con furia en mi ser, me quede mirando fijamente el trafico que se formaba frente al horizonte, ella tomo mi mejilla con su mano para girar mi rostro hacia ella, poso sus labios en los míos y los hizo su nación, la tome da la cintura suavemente, acariciando las curvas de sus montañas, ambos nos pertenecíamos e hicimos lo posible por tragarnos el uno al otro, recorrí los poros de su cuello y el tatuaje en el, ella me mordió la oreja provocando espasmos en mi ser, la tome con furia y ella me tomo a mi, éramos unos lunáticos y la luna nos había juntado.

Hazme nación de tus deseos,
solo esta noche déjame entrar
en tus tierras húmedas
y escarpadas
seré el emigrante
que se refugia bajo tu piel
tu piel blanca que refleja
la luz congelada de la luna,
tus ojos verdes
son el jade de la noche
que las antiguas civilizaciones
ocuparon para esculpir
dioses
y que yo ocupo
para guiarme en mis deseos.
Quería hacerle el amor frente a todos los espectadores, ella lo sabía y también lo deseaba, me alejo de su cuerpo con su mano pero con los labios me arrastraba a su pasión.

– Regresamos

– Claro

– Me gustas Daniel

– Yo te deseo Pamela siempre lo he hecho.

Caminamos hacia el Atlántico nuevamente sin pronunciar palabra, ella se colgaba de mi cintura
Y yo la tomaba del hombro
Subimos las escaleras agitados por la noche que apenas comenzaba haciendo vibrar mi cabeza
Entramos y sonaba Digital de Joy División y comenzamos a bailar a agitar nuestros cuerpos despreocupados de nuestra existencia y la de los demás, éramos dos hoyos negros que se atraían por su gravedad y al final se convierten en uno solo ¿pero en cuál de los dos? Nos besábamos cada vez que cruzábamos miradas, ella sonreía dejándome ver sus diamantes ,yo sudaba y mi pecho brillaba y a ella le gustaba, no decíamos nada, no lo necesitábamos, nos comunicamos mediante los movimientos de nuestros cuerpos y nuestras miradas eran la entrada al interior de ambos. “dance dance to the radio” Yo goteaba y ella goteaba y no hacía falta más.

Antes que terminara el tributo nos salimos, bajamos las escaleras, ella iba delante de mi ,llevaba una maya negra que marcaba sus muslos, la tome de la cintura, ella se dio media vuelta y la lleve al muro donde nos besamos, ella rasgo su maya para que la penetrara y ahí lo hicimos hasta que escuchamos pasos aproximándose, salimos, ella se despidió, era cumpleaños de su mama y tenía que asistir, no insistí en buscar un refugio para ambos y deje que se marchara bajo la luz de la luna que momentos antes nos vio unidos y ahora era testigo de la separación. No la he vuelto a ver desde ese día, aun escucho el sonido de sus botas alejándose y sus ojos perdidos en el vacío…