Por Laura Vega

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La Biblia por segunda ocasión fue instrumento de inspiración para el famoso escritor José Saramago, en la última obra que nos dejaría el ganador al premio Nobel de Literatura vuelve a abordar pasajes bíblicos en la novela Cain publicada en 2009.

Con su singular ironía el escritor convierte a Cain en el personaje protagonista de la historia, siendo el espectador de la calamidades del ser supremo que poco conocemos, Saramago decide darle una oportunidad a ese personaje del que solo se sabe que fue condenado por Dios a una vida errante por haber matado a su hermano Abel, de tal forma que lo hace viajar por el tiempo para ser testigo de diferentes hechos cruciales del viejo testamento.

Es así como a través de ese personaje el escritor proyecta sus preguntas sobre lo que se supone es único e irrefutable, sobre los preceptos divinos que por siglos han permanecido como verdad absoluta de una figura que nos exige fe inquebrantable, y nos sugiere su propia versión de los hechos con su audaz lógica al punto de exponer a Dios como un ser lleno de tiranía y vanidad, un ser vengativo que permite como sacrificio la muerte pero dotado de defectos como cualquier otro.

Si bien es cierto que la novela es de contenido controversial y fiel al estilo del escritor, también es cierto que es un libro que parece haberse escrito muy a prisa, quedando quizá por debajo del nivel de sus anteriores títulos como el Evangelio Según Jesucristo su primer novela de contenido religioso, dejando a Cain con una narrativa algo pobre, sin embargo muy amena y con diálogos tan memorables que el final se hace inesperado.

José Saramago nos dejo su última obra llena de ese humor acido y mordaz que vale la pena leer no solo por tratarse de él sino porque la novela nos invita a interpretar esos textos de una forma más humana y realista, doy por hecho que cuando acabes de leer el libro lo habrás disfrutado tanto que querrás volverlo a leer.

Qué diablo de Dios es éste que, para enaltecer a Abel, desprecia a Cain.