Por: Daniel Hernández García.

Somos huesos de arena
que se desmoronan con el viento,
para volvernos nada
y perdernos en la brevedad terrenal
de nuestros desiertos.

Mientras estrellas explotan
dejando hoyos negros
que nos tragan
para quedarnos flotando
en la inexistencia,
ni materia, ni espíritu.

Somos el vacio
que queda al final
de la despedida,
la luz del último atardecer
que suelta un eco de silencio
y fría oscuridad.

Nada fue hecho para perdurar,
todo al final se desmorona,
soltando un suspiro en el viento,
que le habla al mundo
sin ser escuchado.

Y al igual que todo,
Yo también me desmorono.