Por: Daniel Hernández García.

Dejo mi sangre
entre mis manos
y el alambre de púas
que alimenta al campo
y a sus solares.

La yunta va arrastrando el arado
trazando la línea
que me llevara al olvido
entre lagrimas y polvo.

Perdiéndome ente
cañas y mazorcas
que apuntan al sol
donde se encuentra
nuestro castigo
y la gloria del campesino.

Esta tierra que se alimenta
de nuestros huesos e ideales
dando sus frutos a mercaderes,
donde el espíritu se pudre
y el alma se pierde.

Pero esa misma tierra
traerá redención alos hombres
que supieron hablarle a la Luna
entre café y sudor
en el principio de los tiempos
cuando nuestra madre
abría sus piernas
dando a luz a la vida.

Y que ahora nos mira desde arriba
dando consuelo a nuestro esfuerzo
y velando nuestro descanso
entre el aroma a tierra
que dresprende nuestro campo
y nos conecta con el pasado.