Por: Daniel Hernández García.

Ella se encontraba hincada frente a mi, yo me recargaba sobre la pared, mi sistema nervioso se activaba en una cadena incontrolable, casi le suelto un golpe cuando me dio una mordida, pero su lengua parecía una delicada lija con la que pulía mi miembro, mientras me descargaba por dentro. Pasamos de un mueble a otro, como niños que exploran su nueva casa, también nosotros nos descubríamos e igual que los niños acabamos con los cuerpos rapados.
– Eres noble.
– El que escriba poesía no me hace noble
– Pero tu lo eres, eres diferente y lo sabes
– No me vengas con ese rollo, no me conoces, no conoces mis pecados
– Pensé que una persona como tu no creía en esas pendejadas
– No lo hago, pero eso no significa que no tenga remordimientos

Ella me miro desconcertada, al escucharme hablar, observe su cuerpo desnudo sobre mi cama y fumando mis cigarros, me que en silencio y mire a un siervo ante la mira de una escopeta.
– ja pobre pendejo, lo que tu tienes es miedo a abrirte, te la pasas escribiendo poemas y viviendo libre, pero no te dejas tocar de verdad, pobre inbecil. Ahora comprendo porque solo hablas de un nuevo mundo de anarquía y sexo, porque no soportas tu realidad ni a ti.
– No digas mamadas, crees que por coger conmigo vas a conocerme de verdad, no seas pendeja, me conoces hace unos meses. Claro todo es fácil para ti, si no me abro soy un cobarde, si me conocieras dirías que soy un monstruo
– ¡ten cuidado con tu ego!
– Por favor no quieras descifrar mi mente, vas a quedar loca, psicoanalista de mierda.
El problema de coger con una amiga es que después se creen capaces de descifrarte como un acertijo para niños, de una envoltura de chocolate y psicología barata.
Tome mis cosas y me vestí, tome el ultimo charco de tequila, tome mi cartera, revise su contenido, tome mis cigarros y me pregunte cuando la volvería a ver y lo bien que la pasamos en la noche.
– Ya sabes como cerrar, hay comida en el refri por si quieres
– ¡inbecil!
Cerré la puerta, baje las escaleras, ya estando en la aglomerada calle, me encontré nuevamente solo y eso estaba bien para mi.
Estando en el centro entre a un mar de gentes y miradas indiferentes, donde yo era el salmón, entre a la iglesia de Isabel la Católica y Madero, para escapar del tugurio de esfinges y poder estar mas tranquilo, observe al cristo totalmente sangrado y sufrido que nos imponen. Si cristo hubiera visto lo que yo, jamás hubiera tenido fe en las masas, jajaja pobre pendejo, el supo escapar de las garras de la civilización de una forma santa cobijada por la ignorancia o mal interpretación de las cosas. Me pongo a leer el trópico de Miller, mientras los demás en la iglesia rezan. Hasta que el padre me pide que me retire o deje de leer, así que salí.
Las calles me eran cada vez mas insípidas, el sistema ha puesto todo para que no razones tu caminar, te señalizan caminos que acortan distancias, se ha encargado de que no explores tu entorno, te llevan a donde te quieren y ahí estas parado frente a maniquís que te dicen como te debes de ver y ahí estas entrando al metro, siguiendo las flechas de colores. Han encontrado el botón de off en tu mente, la medida estándar de café, el vehiculo que va con tu personalidad y dentro de las cosas que no van contigo son mis escritos, mi poesía, ni tu.
Fue a la edad de 7 años, cuando me di cuenta que no pertenecía al grupo, fue en segundo de secundaria cuando mi maestra de biología, una mujer chaparra, de cabello corto y con gafas grandes de armazón grueso, me saco de su clase por recitar un poema, cuando tenia que dar un resumen sobre la clonación y una oveja mutante de dos cabezas. Fue ayer cuando me dijiste que te aburrían mis poemas, que no los comprendías y que era una pendejada lo que yo hacia. Eso me recordó a mi padre, cuando me dijo que el arte no es una carrera.
Soy el niño zurdo, ojos de color miel, soy el hombre de la escopeta frente al lago tratando de callar las voces.