Por: Daniel Hernández García.

Cristales en el suelo
evidencia de una noche violenta,
el fuego de la mañana araña mis ojos,
lastimando mis pupilas,
las vibraciones constantes
en mi sistema nervioso central
provoca temblores en mi cuerpo.

Restos corporales a mi alrededor y
una esfinge que guarda orgullosa
esencia de mi ser;
la miro con ojos fríos y agrietados,
ella me lanza una sonrisa
hipócrita y zarparte
que me arrastra nuevamente a su lado,
susurrando canciones del viejo edén.

Danzamos frenéticamente
alrededor de nuestros cuerpos,
palabras blasfemas
que se desmoronan en el aire
que guarda ímpetu ,
ante el espectáculo de hienas hambrientas.

Lluvia de azucenas y tulipanes,
roce majestuoso,
miradas cautivas.