Por: Daniel Hernández García

Le hablo con la yemas de mi corazón,
diluyéndome en el verde marino de sus ojos,
le hago el amor con furia
partiendo templos y aposentos.

Ella guarda el ojo galáctico,
mientras su cadera
gira alrededor de mi,
haciéndome el centro de gravedad
de su cuerpo.

Estallan los volcanes internos,
permitiendo salir el fuego
de nuestros cuerpos,
salpicando la habitación
de rojo y amarillo.

Somos pasión,
somos orbita,
somos cometas,
únicamente visibles
en la arrogancia de la noche;
robándole el aliento
al amanecer naranja.