Por José Luis Ayala Ramírez

Twitter: @ayala1788

 

Hemos llegado ya a la edición número 10 de Cineastas, donde hemos visto desfilar a grandes directores que aportaron sus grandes ideas y técnicas durante las primeras décadas de la llegada del cine a nuestras vidas. Prácticamente todas las figuras que hemos homenajeado son principalmente autores, con un sello personal que los distinguía, pero además de los autores existían otro tipo de directores, los de estudio, aquellos que los grandes productores escogían para dirigir un proyecto muy anticipado, William Wyler pertenecía a este grupo.

Pero Willy; como lo apodaban, no era cualquier director de estudio, era el más grande de todos ellos. Orson Welles incluso lo llamado “el productor” debido a que no tenía un sello autoral como tal, sus películas no seguían un patrón, no había algo distinguible en su forma de dirigir, sin embargo eso no significa que Wyler no entendiera el aspecto cinematográfico de una cinta, por el contrario, lo entendía como pocos, y aunque en su sello no había nada autoral el tipo hacia películas redondas, perfectas, donde el director no buscaba el protagonismo y se lo daba por completo a las historias y los actores.

Wyler era un maestro en casi todas las artes de la realización cinematográfica, su puesta en escena era muy sofisticada, muy natural y avasalladora, su narración no tenía baches y creaba elipsis magnificas y expuestas perfectamente en pantalla con enorme elegancia, sus historias se te quedaban grabadas en la mente, muchas de ellas llenas de matices con un trasfondo muy claro y definido, dibujaba personajes maravillosos, los cuales podían pasar del amor y la bondad al odio y la venganza, todo mediante un desarrollo milimétrico donde todo se siente muy real y humano.

Cierto; Wyler no era un cineasta personal, pero todas sus películas eran perfectas en casi todos los aspectos, el sabia contar el guion que le llegaba a las manos y lo convertía en una joya cinematográfica, no importa si las historias estuvieran en contextos históricos, geográficos, sociales y situacionales diferentes, el tipo se las arreglaba para entenderlas y proyectarlas en pantalla como nadie. Es por eso que tenía toda la confianza de los productores, aun cuando el presupuesto eran millones de dólares, él tenía todo el proceso creativo, toda la gente del medio lo sabía, con el jugabas a la segura, el riesgo era mínimo tanto a nivel critica como comercial.

Solo detrás de John Ford como el director con más premios Oscar en la historia del premio con tres galardones y se trata del máximo nominado en esta categoría con un total de 12 postulaciones, y aunque la historia no le ha dado su lugar que merece entre los grandes, lo cierto es que William Wyler es uno de los mejores cineastas que ha dado el cine. Mejor halago que el que le rindió Bette Davies imposible, declarando que fue el mejor director con el que tuvo la oportunidad de trabajar.

3 películas para recomendar

La Heredera. Olivia de Havilland nos entrega la mejor interpretación de su brillante carrera en este melodrama que nos regala en Catherine Sloper uno de los personajes femeninos más fascinantes del cine con una de las evoluciones más complejas que haya visto. La elegancia de Wyler en la puesta en escena y la narración brillan con luz propia para dar paso a un final lleno de varias lecturas, todo dependerá del cristal con que se mire.

Ben Hur. La más grande super producción hasta ese momento que había dado el cine venía acompañado con una historia sobre la fe, la esperanza, la amistad, la venganza, todo un clásico del cine religioso y de Pascuas. La secuencia de la carrera de carrozas es sin el menor género de dudas una de las mejor dirigidas, montadas y sonorizadas de la historia del cine. La Academia la reconoció con un total de 11 Oscares incluyendo mejor película, record que permaneció vigente hasta que Titanic en 1998 logró empatar esta marca.

La Calumnia. Uno ve esta película hoy en día y se pone a pensar como consiguió Wyler para evitar la censura, la cual la supera olímpicamente una y otra vez con enorme talento. Una película que nos muestra el poder de una calumnia, de una mentira, lo que las palabras son capaces de causar por lo que se tiene que ser muy cuidadoso con ellas. Por su parte las angelicales Audrey Hepburn y Shirley McClaine consiguen dos interpretaciones gigantescas, llenas de matices y con una enorme profundidad. Debería ser una película obligatoria tanto por su riqueza cinematográfica como por el contenido de su mensaje.