Por: Daniel Hernández García.

He encontrado
la fractura en la cruz,
de ella sale brea,
y sirve para quemar la ciudad,
los techos se parten,
se agrietan los símbolos
de fortaleza.

Las mujeres gritan lamentos
incomprendidos al oído humano.

La luz se quebranta
y nos convertimos en ciegos,
anhelantes de libertad,
esclavos del ser.

Filas se arrastran
hacia la luz artificial
y solo encuentran locura,
se arrancan brazos y piernas,
somos locos, somos carne
alimentando la insaciable
Maquina del Toro,
que observa desde lo alto,
con sus ojos de fuego,
babeando lava
en su reparación maldita.

Me arrastro a ella,
hacia lugares tolerados
únicamente por muertos.

Las escamas
que una vez me protegieron,
hoy se parten dejándome
vulnerable,
dejo caer mis lagrimas
que se evapora antes de tocar
el suelo inundado
de cuerpos sin rostro,
de caricias sin tacto
y ahí estas indicándome
el camino a la redención
a través de tus ojos,
en un camino de malaquitas
y turquesas.

Arráncame el corazón
para dejarlo en la tierra
donde pertenece.