Por. Daniel Hernández García.

Siente las gotas
suaves y precisas
resbalando por tu vientre,
acariciando tu vagina,
lavando el más sucio
de tus deseos.

Deja que los gritos
se confundan con los truenos
e iluminen el alba.

No corras, me gusta verte mojada,
mojémonos bajo la lluvia,
deja resbalar nuestros cuerpos
sobre las rocas.

No confundas las gotas
con mis lágrimas,
no pierdas tus diamantes,
no pierdas mi luz.

No busques refugio en cortezas
tienes mi pecho y mi aliento,
déjame refutarme en tu cuerpo,
y saborear tu salada piel.

La lluvia nos limpia
para enlodarnos,
mientras nuestras almas
resbalan sobre los tejados,
empapando la ciudad,
gloriosa gota de placer
que corre entre tus piernas,
mojemos en la levedad
de nuestro ser.