Por: Daniel Hernández García.

Comenzó la noche con seis latas de cerveza
de su delgado cuello sobresalía su yugular
que bajaba hasta sus senos,
cayeron sus gafas al suelo al presionar su vientre,
como caen las hojas en el otoño
al sentir la briza del invierno.

Su piel se erizaba al hacer contacto con la mía,
sus finos labios eran carne viva del deseo,
como jugosos y suaves duraznos,
flor que se abra a la vida extendiendo sus pétalos
y respirando por primera vez
el dióxido de cada respiración.

Manglares brazos me arrancaron las prendas
arrojándome a la pared,
donde se tallo mi espalda con la presión de su cuerpo,
atrapado a sus piernas
me volví esclavo de sus catatónico ojos.

Luz que se apaga en la noche,
cuerpos que se oxidan en la lluvia,
clímax que se evapora en los muros
y tu voz que se pierde en el aire.