Por José Luis Ayala Ramírez

Twitter: @ayala1788

 

Hoy en Alegato nos rendimos para dar homenaje a uno de los más grandes, a un genio, a la mejor pluma que ha dado el cine pero que supo proyectar todas esas ideas, todos esos personajes, todos esos diálogos en una pantalla de forma inmejorable, un cineasta del corte más clásico pero cuya perfección cinematográfica es única e incomparable, de origen austriaco el grandísimo Billy Wilder.

Hablar de Billy Wilder es hablar de la alta comedia, sin ninguna duda se trata del hombre más representativo en el cine en lo que respecta la comedia de diálogos, a la comedia inteligente. Anteriormente con el cine mudo era la comedia física de Chaplin o Keaton la que predominaba, al llegar el diálogo a este arte hubo directores que se dieron cuenta de las numerosas posibilidades que tenían con él, más específicamente en este género, uno de los iconos fue Ernst Lubitsch que fungió precisamente como maestro de Wilder.

La comedia de Wilder está llena de sofisticación y elegancia, sus diálogos están llenos de inteligencia, sátira, de crítica, cada una de sus líneas lleva consigo una riqueza a nivel guion de una perfección que asusta, aunado esto a su enorme capacidad como narrador y manejo de actores, vemos una filmografía que se puede presumir como intachable, redonda, quizá la mejor que un director pueda presumir jamás.

Y es que aunque Wilder es el más grande director de comedia que ha existido, eso no le impido abarcar otros géneros donde dio muestras de su dominio cinematográfico en otro tipo de historias, siempre respetando su estilo, su frescura, sus tonos, asi se aventuró en el cine negro o en el dramático judicial saliendo triunfante.

Formo junto a Jack Lemmon una de las mejores duplas director- actor que haya dado el séptimo arte, una mancuerna que le dio al actor sus mejores trabajos como interprete en personajes memorables escritos por la pluma de Wilder, y le dio al cineasta la ventaja de siempre contar con aliado que estaba a su disposición y que lo podía camuflajear a su antojo, ya sea para hacerlo pasar por un típico soltero hasta un travesti.

La infinidad de temas que abordo Wilder es apabullante, perjurio, justicia, alcoholismo, traición, suicidio, asesinato, periodismo, trabajo, familia, lujuria, adulterio, incluso homosexualidad siempre manteniéndose al margen de la censura para evadirla magistralmente, cada uno de estos argumentos los toco con mucha inteligencia, con mucha profundidad pero nuevamente siempre manteniendo su toque personal intacto.

Wilder es la perfección del cine clásico hollywoodense, es el mejor guionista que ha dado el cine jamás y es uno de los más grandes cineastas que ha dado este arte, todo un grandísimo que como los mejores vinos, envejece maravillosamente y su cine puede ser disfrutado hoy tanto como hace 70 años.

“Lo importante es tener un buen guion. Los cineastas no son alquimistas. No se pueden convertir los excrementos de gallina en chocolate”.- Billy Wilder

3 películas para recomendar

El crepúsculo de los dioses. Una de las mejores películas sobre el mundo del cine que se han hecho, en este caso narrando con lujo de detalles la vida de una ex estrella del cine mudo cuando este se sonoriza. El guion es magistral por los maravillosos diálogos pero más por los dos personajes principales, por un lado un joven escritor interpretado por William Holden pero sobre todo por lo que hace Gloria Swanson como Norman Desmond, la forma en que se apodera de la pantalla desde su aparición hasta el final, es algo mítico e inigualable.

Testigo de cargo. Obra maestra basado en un relato de Agatha Christie, una de las más grandes joyas que nos ha regalado este maravilloso arte que es el cine, una película que cuenta con una dirección, guion y actuaciones para la posteridad, una clase de cine en sus tres más importantes elementos antológica. Laughton, Power, Dietrich se podrían escribir tesis sobre ellos y sus personajes, pero es la voltereta final cuando te das cuenta como el cine está lleno de infinitas posibilidades que uno está dispuesto a explorar.

El apartamento. Si alguien me dice que este es el mejor guion que se escribió para el cine durante el siglo XX no hay elementos suficientes para decir lo contrario. Allen, Tarantino, los Coen, Kauffman, todos son discípulos de una catedra de guion que da Wilder en todos los aspectos, diálogos, personajes, progresión, escenas que alcanzan la cima del ramo. Decir además que lo que hacen Lemmon y MacLaine en pantalla es química pura, es algo tan noble que dan ganas de llorar. El plano final es simplemente legendario.

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