Por Josselin Chavez Rivero

Hubo una niña con mente de jengibre, a veces perfumaba mucho el agua, otras veces con poco de su jengibre enamoraba todo, quiso controlar su fuerte aroma, pero cuando enfurecía a todos lastimaba, he aquí la primera carta con rodajas de jengibre, hecha a las personas con mente de arúgula.

Hagamos un trato

Hagamos un trato o podría ser un acuerdo,
por mi parte te inmortalizo en mis palabras,
te purifico en mi boca,
te abandono en mi soledad,
te recuerdo en cada gota de café que derrame fuera de la taza,
en cada inhalación de tabaco,
(si de los cigarros que suelo comprar cuando estoy de viaje),
en cada ligero y frio baño de cada mañana,
como en cada sensación de bienestar al dormir.

También así te imaginaré en cada sillón de mi sala, cuando acostada, bebiendo anís y leyendo un libro, corras a mis deseos enlazándome con tus brazos y bajando tus manos hacia mis pechos desnudándolos poco a poco, sintiendo su suavidad y percibiendo su blancura, te imaginaré en cada salida a provincia, tu manejando y yo recordándote poesías, cantando desentonadamente al son de una orquesta compuesta de ruidos de ciudad y peces de largas colas con tenues y apacibles colores pálidos esbozando sus escamas, peces delicados rodeándonos.
Te imaginaré en cada mar que el cielo bosqueja, en la trascendencia de las nubes y la movilidad de las olas abrazando nuestros fluidos, ideándonos para lograr nuestra fundición, hermanar nuestro espíritu y morir prohibidos.
Hagamos un trato yo te puedo aposentar y tu, tu no dejes de ser.