Por: Daniel Hernández García.
La sal
hace salir el oxido al exterior
de estas manos que huelen a azufre,
pues hace mucho no cuentan con tu tacto.

Es este desierto
donde se alejan las naves,
despidiéndose de nuestro amor,
dejando estelas
que marcan el olvido y un suicidio.

Piel que se seca bajo el sol,
flores que perpetran los espacios,
cuerpos que se cultivan bajo raíces.

Susurro que alimenta mis oídos
y una tempestad que alimenta los pozos
de mis poros.