Por José Luis Ayala Ramírez

Hace 100 años ya que la hostilidad comenzó, la invasión, la muerte, la guerra. Con el asesinato de su archiduque Francisco Fernando de Austria, las fuerzas austro húngaras buscaron tomar territorio de Serbia, dando inicio asi a la Gran Guerra, la Primer Guerra Mundial.

No, no era la primer guerra que había en el mundo, pero si la primera que afectaba directamente a muchos países del orbe, incluyendo a las naciones más poderosas, o de primer mundo. El conflicto de intereses, la búsqueda del poder, el dominio de los más débiles, ser el centro económico más importante del planeta, son tantas las excusas para que los altos mandos inicien una guerra, todo a costa de miles de vidas inocentes.

La Segunda Guerra Mundial, la Guerra Fría, la Guerra de Vietnam, la Guerra de las Malvinas, la Guerra del Golfo Pérsico, la Guerra de Irak, actualmente el mundo observa como una nueva movilización puede estallar en cualquier momento ahora con la confirmación de que un misil derribo a un avión malasio. El círculo vicioso continúa y parece imposible de detener.

“Hagamos el amor, no la guerra”, decía John Lennon. ¿Hasta dónde vamos a parar? ¿En qué momento perdimos el camino? ¿Qué mundo les heredaremos a nuestros hijos, a nuestros nietos? ¿Habrá un mundo que heredar?

Hoy más que nunca el arte, la cultura se evidencia como una de las cartas más fuertes de unión y semejanza entre las naciones, entre las razas. La música, la literatura, el cine, la fotografía, todas con un lenguaje universal, que no permite la discriminación, que no busca recompensa, catarsis, sino que sirven para expresar nuestros sentimientos, lo que pensamos, para enviar un mensaje, para transmitir, para pensar.

A un siglo del inicio de la Primera Guerra Mundial, a cien largos años, diez décadas, toda una vida. El tiempo de reflexión debe llegar.