Por Josselin

A diario millones de citadinos, utiliza el transporte público, lugar y espacio donde la principal función es la de trasladar de un lugar a otro con el respectivo “pasaje”.
Se experimentan y se presentan emociones en los rostros de los pasajeros, angustia, felicidad, desesperación por llegar a su meta de cada dia, asaltos, “arrimones”, comercio ambulante, incluso muertes repentinas, se vive ahí relativo al trayecto, visto como un mundo paralelo donde subterráneamente no se sabe lo que ocurre en la superficie, una estática del tiempo, donde nuestras acciones se vuelven anacrónicas, donde cada persona, cada mundo, tiene su propio tiempo, su propio deseo, es ahí el lugar en el cual cada humano se concentra en si mismo en la preparación de la llegada a su destino mientras se posan sentadas en el resbaladizo y temperamental asiento, o de pie según sea la suerte.
No se sabe lo que sucede fuera de éste, pero no importa porque llegas a otra realidad, sales de ese oscuro túnel donde percibes, hueles, sientes a seres iguales que tu, con las mismas necesidades y que sin embargo, siempre son distintas y frecuentemente no se les da importancia. Y saliendo de esa oscura realidad, mostrando lo cotidiano del momento, vuelves a vivir día con día el devenir del metro.

Me encontraba sentada yendo hacía mi casa, un largo trayecto de dos horas, así que me acompañaba Julio Cortázar, pensaba que no se debía leer a Cortázar en el metro, acostumbro a leerlo en la privacidad de mi cuarto, o en la mesa, cosa que no vuelvo a hacer, mas que en un lugar poblado de personas que piensan en su día, en crear la historia que se lee siendo los usuarios del transporte los personajes.
Silvia ¿quién podría ser Silvia? Una niña que se encontraba a mi costado queriendo saber lo que leia con una sonrisa pícara y jugando con las burbujas “de a diez pesos pa´ la diversión del niño y la niña” ella será Silvia, imaginaba toda la inocencia y perversión en ella.

Dejé que mis impulsos me invadieran y solté un gran carcajada al leer “-Silvia viene cuando quiere-, -Silvia no existe-“
Mi personaje presente comenzó a tocar el libro y a cuestionarme el por qué de mi risa, -Silvia- le contesté
-como mi tía- me dijo con una voz de esperanza, esperando mi respuesta para que ella se pudiera identificar con lo que estaba leyendo.
-no, Silvia como tú- respondí con seguridad atribuyéndole su Silvia a su ser.
-Yo me llamo Yazmín- contestó un poco enfadada
Su madre volteó a verme con cierta desconfianza e inquietud.
-Mamá ya no quiero las burbujas, quiero leerme y reirme- le dijo Silvia (Yazmin) a su mamá.
-Deberás aprenderte las tablas primero- le contesto su mamá regresando su vista hacia mi y sonriendo.
Cerré mi libro se lo di a la niña y le dije:
-Lo leeras y sabrás el por qué de mi risa Silvia-
Su madre hizo que me agradeciera y baje en la siguiente estación.
Adiós a “Cuentos Completos II” no faltó.
Solo espero que su mamá no le impida leer libros a Silvia.