Por José Luis Ayala Ramírez

Twitter: @ayala1788

 

Cerramos hoy al trio de cineastas principales que le dieron a México su Época de Oro en el cine, ya tuvimos por aquí al español Luis Buñuel que adoptó a nuestro país como suyo para realizar su legado cinematográfico, también a un actor/director como Emilio Fernández que retrato como nadie al indígena, a nuestros antepasados, a nuestras costumbres. El círculo indudablemente lo cierra el entrañable Ismael Rodríguez.

Ismael le dio al público lo que pedía, al contrario de los otros dos grandes cineastas de la Época de oro, este no era un director tan realista (con sus excepciones) e incluso aunque también se le puede considerar a varios títulos de su filmografía como tragedias, estas siempre iban acompañadas de una especie de valor social y dejaban con una enorme sonrisa al público cuando la palabra Fin aparecía en pantalla. Podemos decir que Rodríguez es una especie de Capra mexicano, un director esperanzador y que sabía llegarle al público como nadie.

No es coincidencia que la mayoría de los títulos más vistos por el público mexicano en esta época fueran rodados por este cineasta, eran filmes netamente comerciales, hechos para el espectador masivo pero siempre con mucha calidad, muchos de los cuales eran protagonizados por el gran ídolo Pedro Infante, de echo es muy complicado hablar de Rodríguez sin hablar de Infante y viceversa, ambos se debieron mucho, son dos nombres en conjunto, quizá la dupla más reconocida de nuestro cine.

Una de las grandes características como cineasta de Rodríguez era su gran utilización de la música, no solo de fondo para ambientar mediante corridos o bandas sonoras más trágicas, sino también creando números musicales como nadie en nuestro cine, siempre obtenidos con mucha naturalidad, parte del mundo que el cineasta ya había trazado, era una especie de firma, en especial en su etapa más comercial.

Nuevamente hay un nombre en común que trabajo como principal aliado de Rodríguez, asi como también lo fue de Buñuel o Fernández, nos referimos por supuesto al maestro Gabriel Figueroa, y aunque el uso de la imagen no es tan profundo como con estos dos directores, si le daba un toque más personal a su cine, más retratista, esto para su etapa de autor, que era también una de las grandes cualidades de este director, podía hacer tanto filmes para todo el público como otros con un sello más propio, era capaz de filmar a gente de la clase más baja cantando y luego crear cierta desesperanza en el espectador para lo que ocurría con sus historias y personajes.

Todo un clásico de nuestro cine, un verdadero narrador, un optimista pero también trágico pero con un valor social incalculable, él es Ismael Rodríguez que llega a Cineastas en Alegato.

3 películas para recomendar

Ustedes los ricos. La trilogía de Pepe el Toro tiene su cumbre en la segunda parte de este relato que mezcla comedia, música, tragedia y romance. Escenas míticas donde las haya incluyendo un grito agónico que responde al nombre de Torito. Puede que a los más puristas no les guste, pero no cabe que se trata de uno de los grandes clásicos de nuestro cine.

Ánimas Trujano. Es demasiado curioso que una película que tiene como personaje principal a un indígena este sea representado por un actor japonés, y que actor, Toshiro Mifune el favorito de Akira Kurosawa. Quitando la polémica, se trata de un filme notable sobre el honor, la responsabilidad y la sencillez, rodada con mano firme donde sobresale la belleza de la fotografía de Figueroa.

El hombre de papel. Soberbia, la mejor película de Rodríguez de largo, es fría, desoladora, contundente, el retrato de la codicia que hace el director es digno de todo elogio y reconocimiento, mientras que Ignacio López Tarso borda su papel, gigantesco, una interpretación al alcance de los más grandes. Una verdadera joya del cine mexicano.