Por. Daniel Hernández García.

 

Es inevitable la pérdida de control

de mis hemisferios,

huesudas manos alejándose

en la oscuridad de los parpados,

temblores de banqueta

y mordidas de lengua.

 

Mareo de carrusel interminable

de espiral rojiza de una mente blanda,

caída lenta, despertar confuso

en un paralelo horizontal.

 

Preguntas que hurgan

en líneas de encefalogramas,

ruido constante

de un inconsciente tembloroso,

susurro de ideas incoherentes

que se desvanecen apenas se abren los ojos.

 

Lagunas que se forman entre recuerdos,

únicamente visibles

entre sueños y pesadillas,

izquierdo y derecho

siempre opuestos.

 

Mi consciente reposa

mientras mi cuerpo pierde el control.