Por José Luis Ayala Ramírez

Twitter: @ayala1788

 

Corría la década de los 60s cuando el género más mítico de todos; el western, empezaba ya a sentir el paso del tiempo. Tras grandes temporadas que se quedaron atrás y que regalaron varios clásicos de la historia del cine como Centauros en el Desierto de John Ford o Rio Rojo de Howard Hawks entre muchos otros, los 60s daban películas de este género a cuentagotas, para muchos fue en 1962 El hombre que mato a Liberty Valance el último gran western del Hollywood clásico. Claramente se necesitaba ya una revolución.

Y llegó entonces desde Italia Sergio Leone que junto a un actor de nombre Clint Eastwood realizaron un conjunto de películas que le darían al western un nuevo aire y atmósfera, hablamos de la Trilogía del Dólar que llegaría a su punto más alto en la película de culto El bueno, el malo y el feo.

Si el western americano se enfocaba más en los personajes y en la historia que se contaba, los spagueti western; que fue el nombre como se le conoció a este subgénero, puso mayor énfasis en factores técnicos y de realización como la fotografía o la utilización de la música. Se trataba claramente de películas con un estilo más europeo que americano, de ritmo aparentemente semi lento y diálogos por momentos escasos, pero con una puesta en escena que brillaba por encima de la historia. El spagueti western es más realización y atmósfera de muerte que otra cosa.

El bueno, el malo y el feo no es la excepción. La historia nos relata la rivalidad de 3 pistoleros ante la búsqueda de un tesoro de 200,000 dólares. Desde el principio nos damos cuenta que estamos ante un western diferente, Leone se toma su tiempo para la introducción de los personajes y más aún para el desarrollo de la historia. Leone desea primero que el espectador se identifique con su mundo y atmósfera, hace del desierto; la arena y el sol, un personaje más, sin darnos cuenta nos sentimos hipnotizados por las imágenes panorámicas que nos dejan ver el contexto situacional de la historia, o por los close up que nos hacen ver a detalle las expresiones de los personajes, tan bien que uno puede ver y percibir la sangre y el sudor que los retrata.

El espectador acepta las reglas de Leone para darse cuenta que estamos ante una película de un ritmo infernal, éste es agonizante como lo son los personajes, un toma un bando y empieza a sufrir con él, ya sea con El Bueno y su eterna búsqueda de una recompensa que le permita retirarse (¿será?), con El Malo que es un asesino a sangre fría que no se detendrá ante nada ni nadie para alcanzar sus objetivos, o El Feo, pistolero buscado por la ley y cuya limpieza física deja mucho que desear. Son tres hombres, tres personalidades diferentes, tres formas de vida, pero con un solo objetivo en común y una habilidad con la pistola que envidiaría el mismísimo Wyatt Earp. En plena Guerra Civil solo uno de ellos obtendrá el triunfo y el jugoso botín.

Clint Eastwood es el Bueno, o el Rubio, o el Hombre sin nombre, tiene muchos apodos pero una voz y una mirada que lo identifica al instante, Lee van Cleef es el Feo u Ojos de Ángel, Sentenza para los que mejor lo conocen, cuya sola presencia hace que te des cuenta que estas ante el mismísimo diablo, finalmente Eli Wallach es el entrañable Feo o Tucco cuyo “eres un hijo de perra” se ha convertido en una de las frases más memorables de la historia del cine.

Y como en todo gran espectáculo que se digne de llamarse asi nos dejan lo mejor para el final, y que final, quizá la mejor escena de todo el género o una de las mejores de toda la historia, hablamos por supuesto del magistral e invencible duelo final. El fin de una gran epopeya, el sol está en el lugar exacto y un cementerio es el lugar donde este antológico duelo cobrara vida. El Bueno deja una piedra que contiene la ubicación exacta del botín, la deja en el suelo y entonces suenan las notas del maestro Ennio Morricone. El compositor musical ya nos había regalado varias joyas de música durante la película; entre ellos el memorable tema principal, pero lo que hace aquí es una de las 5 mejores partituras de la historia del cine. La cámara por su parte nos lo deja ver todo, el cementerio, las pistolas, la mirada de sus protagonistas, su caminar. La música de Morricone llega a su gran climax, el momento de la decisión ha llegado y entonces el disparo suena.
No arruinare el final para quienes no hayan visto esta clásico del género y una de las mejores películas western de la historia. Personalmente El Bueno, el malo y el feo comparte junto a Liberty Valance y Los Imperdonables (Unforgiven) el pódium absoluto del género. Se trata de una película enorme en todos los sentidos, de una realización maestra por parte de Leone y algunas escenas que deben estar guardadas en una caja fuerte para la posteridad. Acción, disparos, comedia, agonía, adrenalina, son algunas de las cosas que esta joya de Leone nos regala en su carta de presentación, estamos sin duda ante un gran clásico del cine inobjetablemente.