Por: Daniel Hernández García.

Hay un mal escritor que desde su habitación observa al mundo con ojos putrefactos que desbordan malicia, a diario arranca sus podridas lagañas para poder mirar a las niñas que pasan corriendo frente a su ventana en dirección al colegio, su depravación se ha convertido en simple habito mañanero, un protocolo para abrir el apetito.

Su desayuno consiste en Corn Flakes con leche que mastica ruidosamente en el silencio de su casa, sin más compañía que su planta carnívora, que se alimenta de moscas atraídas por su basura interna y el polvo que forma residencia en sus muebles.

A las 9:20 a.m. toma su ducha diaria, sus flacas manos luchan por arrancarse las escamas de su ser, una acción inútil para un reptil de su clase, se enjuaga fervientemente su cara, sacudiendo las bolsas de sus ojos que guardan lagrimas secas o talvez el zinc que ha dañado su visión. Ya con su bata puesta, se sienta en su sillón y con el control remoto en su mano, enciende aquel seductor aparato, su mente queda conectada a mensajes televisivos, sin hacer mas movimiento que respirar queda inmóvil durante horas, hasta que el timbre de su teléfono suena a lo lejos en su mente, obligándolo a abandonar su descanso.

En la línea telefónica se encuentra su jefe, cuestionando el porque de su ausencia laboral, el le explica que lleva varios días enfermo, su jefe no le cree y lo cita a las doce para firmar su renuncia, el no opone ninguna resistencia pues ya se estaba cansando de ocupar aquella silla a diario y ver reducido su horizonte a una gris mampara. El escritor se viste sin prestar atención a su apariencia, a las doce en punto visita por ultima vez su trabajo y se despide de el con un cheque de liquidación en su abrigo.

Camina un largo rato, hasta ver una cantina, en la entrada hay un letrero que dice “cuerdos no”, el entra y toma ron para sanar sus heridas, festeja por una libertad sintética y momentánea; durante los siguientes 9 días siguió la misma rutina llenando su cuerpo de Ron, ya hastiado su cuerpo de tanto licor le pidió un descanso. Un día entero lo desperdicio en su cama acumulando sudor en su espalda, de misma forma que la hormigas atesoran alimento para el invierno, esa noche lo ataco una fuerte fiebre  y como premonición se acumularon miles de palabras rítmicamente en su mente, sacudió sus viejos cuadernos donde guardaba sus poemas y los volvió a reescribir, en siete días ya tenia un poemario con los poemas mas vivos que han existido, una vista rápida por debajo del alma de este mal escritor, las exquisitas palabras se reproducían en su maquina como células tratando de formar el infinito y así como las hojas que se iban acumulando en el piso también aumentaba su inflamación, entre líneas se imaginaba la suave piel de la niñas y los pliegues de sus vestidos colegiales, se imaginaba el olor de la tela de sus faldas bajo su nariz, su casa de convirtió en un deposito de sus descargas eyaculares.

No tardo mucho tiempo para que la realidad tocara su puerta, representada por su casero, reclamando el pago de los últimos dos meses, este deplorable escritor no tubo otra opción mas que arrastrar junto con el su basura material y depositarla en una vecindad cerca del mercado de lagunilla, donde la mala alimentación y el alto consumo de alcohol rápidamente afectaron sus órganos internos, constantemente vomitaba sangre, poco a poco se fue deshaciendo de sus muebles, algo fácil pues tenia al mercado de varios cerca.

No tardo mucho tiempo para que también lo echaran de la vecindad y sin mas cosas que su maquina de escribir y su planta carnívora se consagro como el nuevo vagabundo del barrio, comenzó a recitar sus poemas en las plazas, aunque sus poemas eran muy buenos nadie prestaba atención por su condición tan decadente, vivía de limosnas y caridades. Constantemente estaba involucrado en peleas con los otros vagabundos para obtener un lugar calido donde dormir, a menudo visitaba librerías para ofrecer sus poemas que ya alcanzaban mas de mil hojas, sin mirar ni una línea lo echaban de las librerías, el desquitaba su coraje cagandose y embarrando su excrementó en las entradas de las librerías.

El abandono lo convirtió en una bestia librándose del peso de ser un hombre; con una botella de vino en la mano vio por última vez la luna llena, sabiendo con certeza que se había convertido en un lunático (hijo de la luna) y así con su ultimo aliento le dedico un aullido a la luna dejando escapar su espíritu de su golpeado cuerpo.

Junto a su cadáver permanecieron sus poemas como crueles espectadores de su muerte, que se alejaron lentamente con el viento del crepúsculo y así como el, quedaron esparcidos en el abandono. Tostadas bajo la luz del sol, las hojas se quebraron sin dar oportunidad que los poemas tomaran vida en la voz de un ser humano.

“sin nada que me pertenezca, me es mas fácil abandonar este mundo”

Un mal escritor.