Por: G. Mateo.
No sé si alguna vez
les ha pasado a ustedes
pero es lindísimo imaginar
la voz de Benedetti
a sus labios filatélicos
moviéndose en el eco
narrando una historia
un reflejo desde el cielo
un momento de espuma
y de sol que le pertenecieron
una utopía de su fulano
pretendiendo demostrar
quién era Mario
detrás de una nube
quién era él detrás de mí.
No sé si alguna vez
les ha pasado a ustedes
pero en el paraíso botánico
nuestro fulano poeta
halló un monje angelical
de esos que Dios no admite
porque tiene celos.
Sus fantasmas
se miraron
contando cuentos infinitos
en el tiempo giratorio
meditó con el monje
por inviernos y flores
después de enseñarle el cielo
una mañana Mario le dijo:
Bonjour buon giorno
guten morgen buenos días
despabílate monje
que el horror amanece
despierto de tu bello viaje
he meditado mis noches de poesía
y encíclicas ambulantes
las encuentro encolerizadas
pero sabias
orgullosas pero conscientes poéticas y catárticas
encuentro un pueblo en ellas.
En cambio he meditado
tu nirvana
y necesitas volver
a tu rincón apartado
abrir tus alas
y cerrar los ojos,
dejar el dolor
a los esclavos conquistados
al hombre no iluminado
y olvidarlos
en tus fantásticos adentros,
que son perfectos.
Vuela
deja a los que viven
en la villa de lo injusto,
deja a los hombres
que sigan su lamento,
deja que anden
en la habitación del niño
los monstruos
que te empeñas en decir
que sólo soñamos.
Deja en el mundo
a los demonios
que arrancan nuestro amor,
relájate
y déjanos cambiar
a nosotros la jornada
a las horas moribundas
las reglas del presente
nuestro paso vagabundo
para que luego
el futuro
tú y yo,
yo y tú,
lo meditemos juntos.
«La semilla echa raíces
y tu mente monje,
ya está viviendo cómoda
en la Copa del árbol».
Y el monje contestó,
¿Benedetti?
¿qué hace un Ángel cuando de frente encuentra otro Ángel?
¡Le corta la cabeza!
Le pido disculpas monje,
dijo Mario,
pero en usted encuentro
una bella daga fina
azul plata
forjada con sueños
sin manos manchadas
de tierra .
Escucha Monje,
nadie nunca
podrá arrancar
la cabeza del pueblo,
así
como yo corto la tuya
con hojas de poesía
y la miro rodar
y la miraré
balbuceando,
balbuceante
de razón angelical,
rodando
frente a mi bronco pueblo
y sus pies combatientes
esperando
que un día cualquiera
te acerques y los mires
te mires al mirarlos.
Hasta pronto dijo Mario,
y el monje
¡Hasta pronto!
No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
pero cuando la lluvia cae dentro del cielo
se quedan sólo los fantasmas.
Ustedes pueden irse.
Yo me quedo.