Por José Luis Ayala Ramírez

Twitter: @ayala1788

 

El cine americano había establecido las reglas de lo que era realizar una película durante la primera mitad del siglo XX, con patrones bien reconocidos y pocas veces rotos durante todos estos años. Los movimientos extranjeros como el expresionismo alemán o el neorrealismo italiano empezaban a finalizar y el mundo del cine pedía sangre nueva e innovación. Entonces llegaron los críticos de Cahiers du cinema para romper las reglas y crear lo que se conocería como Nouvelle vague (La nueva ola).

Francois Truffaut fue uno de los grandes exponentes de la Nouvelle vague, uno de sus fundadores y quizá el más reconocido mundialmente junto a Jean Luc Godard. Tuvo una infancia con tropiezos y desgarradora, y buscaba como medio de distracción a la literatura y sobre todo al cine, donde pasaba mucho tiempo (incluso en horario de escuela) cultivándose con la cinematografía de todo el mundo. Cuando creció se hizo critico escribiendo para el Cahiers du cinema para finalmente en los 60s dar el paso grande como director de su primer largometraje.

La Nouvelle vague tuvo un rompimiento claro sobre todo en el uso del montaje y en el rompimiento de estructuras, algo que era notorio en el cine de Truffaut durante sus primeros años, con una narrativa innovadora y unas tomas sacadas absolutamente de la manga; no solo innovadoras, sino además casi imposibles de filmar, pero que se sentían muy naturales con el mundo trazado por el francés.

La infancia de Truffaut tuvo una gran influencia en muchas de sus películas, de echo varias de ellas se dicen contienen momentos totalmente auto biográficos, de gran trascendencia en su niñez, por eso no es de extrañarse que sea uno de los cineastas que mejor retrata esta etapa de la vida, con una enorme sencillez pero llena de matices y sobre todo inocencia.

Si bien Truffaut nace con la Nouvelle vague, con el paso de los años fue adquiriendo un sello más personal, ya no era rompedor pero se sentía una clara firma de autor en cada una de sus tomas y en la narrativa, pero ya era cine menos complejo para las masas, incluso a veces trabajaba como actor e hizo una aparición especial en el filme de ciencia ficción Encuentros cercanos del tercer tipo.

Un director, actor pero sobre todo amante del cine, quedará en la historia como uno de los mejores cineastas franceses pero sobre todo por el rompimiento que junto a sus colegas del Cahiers vino a crear.

«Hay películas excelentes que poseen errores técnicos. Y películas técnicamente muy bien realizadas, pero de un vacío y de una sequía interiores que da pena. Para mí es mucho más importante la inspiración, las ganas de decir algo, de hacer algo. Lo demás es menos importante».- Francois Truffaut

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Los cuatrocientos golpes. Con esta película nace la Nouvelle vague y se convierte instantáneamente en una cinta de culto en todo el mundo gracias a sus innovaciones con las tomas y el uso del montaje. Una historia que nos remonta a nuestra infancia y al crecimiento por el que todos pasamos, quizá nunca llegue en el momento idóneo pues a veces nos gustaría regresar el tiempo y volver a esos años donde no había preocupaciones. Eso es lo que busca la ópera prima de Truffaut.

Jules y Jim. Una historia fascinante y con mucho dilema moral para el espectador con uno de los triángulos amorosos más realistas y pasionales del séptimo arte. Una película profunda tanto en su forma como en el fondo, con una Jeanne Moreau soberbia pero que te lleva irremediablemente a odiarla. Una joya del cine francés.

La piel suave. Sencilla en su puesta en escena pero muy profunda y trágica en sus personajes llenos de matices y con una historia de varios niveles de análisis con temas que van desde el amor, la pasión, el adulterio y la felicidad. Nuevamente Truffaut demuestra su talento para retratar los triángulos amorosos con mucha personalidad y realismo.