Por: Daniel Hernández García.

Se acabaron los lugares
a donde dirigir la mirada
ante el derrame de sangré,
los gritos dejaron de ser mudos,
por fin se escuchan los lamentos.

Los ríos rojos
llegaron a nuestras puertas,
bajo el cobijo de la noche,
obligándonos a ver.

Ahora marchan las voces
iluminando el camino de regreso,
luces que tapizan la ciudad
con la incertidumbre de que vuelvan.

Se me agoto el silencio,
ante la pesadilla incómoda,
rabia y gritos de voz púrpura
sacuden las paredes.

Se me agotaron las excusas
para no hacer nada,
el estado pasivo no es opción
ni salida.

El palacio se incendia,
El palacio se incendia,
El palacio se incendia,
El palacio se incendia.