Por Rosario G. Towns
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Sueño de Madrid
Me amanecen los ojos españados,
como si una tierra con aire semejante
donde se alondra el cielo
con casta de palabras tibias.
Rebota mi encierro en los cristales
y, sé que alguna calle está lavada
para darme el paso, un sabor.
Mis ganas son toro en burladero;
tanto papel para lograrme
para dejar este marzo
con la contundencia de un abril
preñado de metáfora y salitre.
Y, bajo luego a la cocina
para aderezarme coincidencias
al estrujar tres naranjas valencianas,
al fracturar cuantas nueces de Castilla
y espiar el jardín
entre la persiana azafranada
al abanicarme el primaverazo declarado.
Apenas entiendo que es mi anoche; exceso de la Rioja,
que me siento Carmela de tablao y cante,
morisca de un poema de Ortiz Magro
con prisa por devolverme a la cama
y enfrentarme a tus molinos
hasta que adivines el clavel de besarte.
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Pactos
Vamos a dolernos, a llorarnos.
“No te salves…” (como dijo el uruguayo de ojos buenos)
porque ya es demasiado
y el momento está saturado de motivos.
Podemos irnos a filo directo sobre la arteria grande
o encajarnos un explosivo en la sien
o darle viaje lento al veneno efectivo
hasta que abra como flor por toda nuestra carne.
Digamos ya la peor palabra y la mejor mentira.
Morir de la mano será para pudrirnos juntos.