Por: Daniel Hernández García.

Tengo los dedos chuecos
porque me apretaban los zapatos
en la infancia.
El hilo cáñamo
apretado por las manos de mi madre
una y otra vez
fue represor de la ruptura.
Las jorobas de los dedos
no aceptan comodidades
y mi dedo gordo me lo reprocha
cada vez que puede.
Escondo los pies en la arena
porque me avergüenza mi pobreza
crudo juego infantil.
Escondía mis pies en la oscuridad
hasta que aprendí
a hacer sombras con ellos.
Y mi dedo gordo me lo reprocha
cada vez que puede.