Por José Luis Ayala Ramírez

Regresa el cineasta australiano George Miller con la cuarta entrega de la cinta que lo dio a conocer a finales de los años 70s, y que dicho sea de paso impulso la carrera de un muy joven Mel Gibson, por supuesto hablamos de Mad Max, contando esta vez en los protagónicos de Charlize Theron y la estrella de acción en ascenso Tom Hardy.

Mad Max: Fury Road supera en casi todos los aspectos a la película original de 1979, que hay que decirlo si bien se trata de un filme de culto, también ha envejecido bastante mal con el correr de los años. Esta versión moderna del clásico tiene mayor potencia cinematográfica, es más pretenciosa pero a la vez tiene mayor comercialidad, sus secuencias de acción están mejor realizadas ya tomando en cuenta la «devaluación» de su producción.

Las escenas de persecución (lo mejor que tiene el filme) están notablemente hechas en todo sentido, eficaz utilización del sonido con un montaje trepidante, apoyado en la vibrante música de Junkie XL que funciona como una verdadera bomba que aumenta la adrenalina de la pantalla.

Ahora quitando que se trata de un buen producto comercial y de un remake/secuela superior a la original, el resto no pinta del todo bien para esta nueva Mad Max, sobre todo cuando busca crear un arco dramático en la historia que sobra a todas luces, con personajes que carecen de profundidad y carisma, así como varios secundarios que rozan por momentos lo caricaturesco, aunque en buena parte se debe al contexto que el propio director ha creado.

Las secuencias de acción aunque bien hechas también se sienten muy alargadas y cansinas, sobre todo el opening del filme, una larga secuencia de casi media hora que no logra sostener toda la emoción y adrenalina durante tanto tiempo. Al filme dado las condiciones de su propia naturaleza le sobran varios minutos, sobre todo en su parte más dramática.

Mad Max: Fury Road llega para revivir una de las sagas claves del cine de acción y la renueva con una gran dosis de adrenalina que deja a las películas de Rápido y furioso en un juego de niños, pero que tampoco es suficiente para competir en las grandes ligas.