Por José Luis Ayala Ramírez

Twitter: @ayala1788

 

Woody Allen no necesita presentación. Es el neurótico neoyorquino, el cuestionador de nuestra existencia, el fan número uno de Bergman, el hombre de las gafas amante de Nueva York, enemigo de los premios cinematográficos, villano en su historia con Mia Farrow, uno de los mejores guionistas de todos los tiempos, un actor encasillado que se interpretaba siempre a si mismo, pero sobre todo un Cineasta.

Si bien Allen tiene una gran carrera como guionista y actor, buscaremos enfocarnos en su faceta como realizador la cual siempre ha ido «in creyendo», y es que al principio Woody se enfocaba más en sus guiones dejando a un lado un poco la dirección, sin embargo con el paso de los años sus habilidades detrás de las cámaras han ido aumentando convirtiéndose no solo en un excelente narrador, sino en un verdadero poeta visual.

Es muy fácil reconocer de inmediato la marca Allen, desde el primer minuto en todas sus cintas podemos darnos cuenta del hombre que esta detrás de cámaras. Siempre comenzando con esos títulos de crédito en negro con la banda sonora de fondo que escucharemos el resto de la función, lanzando las bombas con cuestiones existencialistas, presentación de personajes que en su mayoría incluyen a un anti héroe (la mayoría de las veces interpretado por él) y una hermosa mujer (llámese Diane Keaton, Mia Farrow o demás chicas Allen), diálogos inteligentes y consistentes y generalmente un mensaje o catarsis dirigido al espectador.

La carrera de Woody posee tres etapas perfectamente trazadas, la primera desde el inicio de su carrera hasta finales de los 70s nos muestra un director sumamente cómico donde sus protagonistas se podían meter en diferentes tipos de enredos, esta etapa tuvo como su principal musa a su gran amiga Diane Keaton. En su segunda etapa vemos a un Woody más dramático, más serio y más existencialista, con homenajes constantes al cine europeo, sobre todo a directores como Bergman o Fellini, casi todos esos filmes con la aparición de su esposa en ese momento Mia Farrow. Finalmente a partir de mediados de los 90s hasta la actualidad vemos a un director ya más relajado, alternando los géneros de la comedia y el drama, deja por primera vez su querida ciudad para vivir una aventura europea en ciudades como Barcelona, París o Londres, y aunque se trate quizá de la mas floja de sus etapas, sigue consistente en su afán de realizar una película por año y nos ha regalado recientemente más de una joya cinematográfica.

Los detractores de Allen son muchos, comenzando por factores personales; que nada tiene que ver con lo cinematográfico, que le han ganado el odio de mucha gente, así como su cualidad de superación que lo han llevado a repetirse constantemente en varios filmes, algunos de ellos con pocas ideas novedosas y que han pasado sin pena ni gloria. Aún así podemos decir que se trata de uno de los pocos directores con una amplia gama de seguidores, de todos las nacionalidades y edades, que lo cataloga en el status de director de culto.

El día que pase un año sin que se estrene una película de Woody Allen será un día muy triste para el cine, uno de los pocos cineastas capaz aun de sorprendernos con las mismas técnica de siempre y su mundo «alleniano» tan familiar para los cinefilos. Nosotros amamos al cine, amamos a Woody, él ama al cine y lo demuestra día con día.

«No me asusta la muerte, pero prefiero no estar allí cuando ocurra».- Woody Allen

3 película para recomendar

Manhattan. Filmada en blanco y negro, se trata de todo un canto de amor a la ciudad de Nueva York por parte del director, además de uno de los mejores retratos sobre el amor y la madurez personal. Tres personajes femeninos para la posteridad, la ex esposa lesbiana Meryl Streep, la ternura y encanto que desprende Mariel Hemingway o el odio e identificación que puede sentir uno al mismo tiempo en el personaje de Diane Keaton. Y por supuesto ahi queda la estampa más emblemática que se haya hecho nunca de Manhattan.

Zelig. Un falso documental que toma algo de influencia en Fraude de Orson Welles, una muy extraña historia de identidad y aceptarse a uno mismo con algunos de los gags cómicos más creativos de la década de los 80s. Originalidad pura y dura en una película sumamente inclasificable y única.

Match Point. Aunque muchos dirán que se trata de un remake de Crímenes y pecados, realmente la primer salida de Woody a Europa es un parte aguas en la filmografía del director, una reinvención de estilo y una cátedra del manejo de la tragedia, todo mediante diálogos magistrales, interpretaciones excelentes de sus interpretes y un uso de banda sonora ejemplar. Tan solo la analogía de la cancha de tenis desprende creatividad por los cuatro costados.

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