Por Harry Cano.

“Descubrí que la gran tragedia humana se reduce a la incapacidad de poder amar o ser amado, y a la imposibilidad de tocar o ser tocado por este sentimiento, que es lo que le da sentido a la vida y a la muerte de todo ser humano” – Alejandro González Iñárritu.

De ideas contradictorias, argumentalista de emociones y percepciones del sentido y sin sentido de la vida, Alejandro González Iñárritu es un director de cine totalmente original, un autor en toda la extensión de la palabra.

Si bien, en los años ochentas evoluciono la forma de hacer radio, en los noventa lo hizo con la publicidad, realizando comerciales vanguardistas y en el nuevo milenio entro con gran fuerza a la industria cinematográfica.

Las películas de Iñárritu no le deben nada al cine nacional y por ende el cine nacional no le debe nada a Iñárritu, y con esto quiero decir, que su obra no es un reflejo de su nacionalidad, sino de un universo propio, que el mismo ha formado. Es un talento nacido en México que opera en el escenario globalizado.

“El Negro” -como lo llaman sus amigos más allegados- es un director que ejecuta una película con el cerebro, con las emociones y con los sentimientos. Su filmografía está plagada de condiciones humanas, de problemas existencialistas, es por eso que muchos lo tildan de pretencioso o rebuscado y es ahí donde reside su mayor punto favorable, ya que con esos sinónimos ha creado un estilo propio de dirección y de personajes. Iñárritu no es creador de alguna corriente –ni lo quiere ser-, pero bien podría ser un vanguardista sobresaliente de los últimos quince años.

Con su trilogía de la muerte (“Amores Perros”, “21 Gramos” y “Babel”) fragmento la narrativa – Que dicho sea de paso, no es el primero que lo hace, Robert Altman, Quentin Tarantino, Paul Thomas Anderson y más directores lo han hecho en sus películas – , podemos decir que llego a evolucionarla, ya que logro darle una tridimensionalidad a sus personajes, totalmente dramáticos.

Como opinión propia, destacaría sin duda alguna, de su “Trilogía de la Muerte” a su filme “21 Gramos”, sin minimizar “Amores Perros” y “Babel”, que son trabajos fílmicos totalmente respetables y de una ejecución soberbia. Pero es con “21 Gramos” que consigue una profunda historia, extrema por momentos – Jamás un director de cine estuvo tan cercas de igualar la maestría de Kieslowski – con actuaciones entrañables, que invitan a la reflexión de una manera muy íntima.

Después de su separación con Guillermo Arriaga (Guionista de “La Trilogía de la Muerte”). Iñarritu logra con su cuarta película, “Biutiful”, casi, una conversación con la muerte. Sin perder objetividad “El Negro” muestra más vestigios en esta película de su trilogía pasada, que de una voz propia (Aunque la historia sea totalmente lineal). “Biutiful” no es una mala película, todo lo contrario, es una obra de un color gris, es la transfiguración del ser humano contra la vida, un viaje sin retorno, que resulta frio y contradictorio, en su final, para el espectador, pero que hipnotiza como pocos filmes lo saben hacer.

Pero es con “Birdman” que Iñárritu, demuestra ser un autor con voz propia. Siguen los mismos elementos plasmados de sus anteriores filmes, pero ya se sienten dirigidos y evolucionados, con un estilo propio. “Birdman” puede ser llamada una comedia negra, un drama por momentos surrealista, que brinda una de las mejores actuaciones corales (Todo el elenco) de los últimos diez años, y esto se debe a que Iñárritu es un excelente director de actores.

En conclusión Alejandro González Iñárritu, es por sí solo, un director de cine que ha triunfado por méritos propios. Contradictorio, pesimista (Se dice que es una persona con un carácter muy “pesado”), dramático, fragmentalista e intimista. Iñárritu se convierte en un director al que hay que seguirle el paso, un autor que se deja ver entre los nombres más altos de la industria fílmica mundial.

“Me dan risa esos directores que dicen que solamente hacen cine para sus cuates, es una autoprotección por si sale mal; es la peor pendejada que he oído, la defensa más triste que he oído en aras de la mediocridad.” -Alejandro González Iñárritu.