Por José Luis Ayala Ramírez

Twitter: @ayala1788

 

Llega la película ganadora del premio a mejor película en el pasado Festival de Cine de Sundance Me & Earl & the Dying Girl, sobre un chico llamado Greg que comienza forzadamente una amistad con una chica (Raquel), la cual padece de leucemia.

Me & Earl & the Dying Girl continua el mismo camino que hicieron The Perks of Being a Wallflower y The Spectacular now sobre historias que retratan la adolescencia de una forma más madura e interesante a como se venia mostrando en años anteriores. El argumento que ofrece esta cinta independiente no tiene nada de novedoso, pero es en su tratamiento en el que se desmarca por ejemplo de la cursi Bajo la misma estrella para acercarse más a 50/50, debido a la acidez con la que toca el tema de una enfermedad tan delicada como el cáncer.

Es en su narrativa donde podemos darnos cuenta que Me & Earl & the Dying Girl es una película sobre adolescentes muy diferente a la mayoría. No solo es irreverente, ácida y no tiene pelos en la lengua, sino que además sabe utilizar el lenguaje narrativo, desde la presentación de sus personajes, su desarrollo y su interacción entre ellos, el director Alfonso Gomez-Rejon utiliza episodios y flashback cual Tarantino para contarnos esta historia, pero lo hace teniendo un sello propio e identidad, hace que el relato sea muy armónico y lleno de vida, no es extrañar enterarse que comenzó su carrera como director de varios episodios de Glee.

El filme posee varios guiños a varios clásicos del cine, tomando como pretexto que dos de los personajes son cinefilos, por lo que bien el espectador podría sentirse más identificado con sus acciones. Los guiños no solo toman forma en pantalla sino también a nivel sonoro, utilizando míticos soundtracks como los de Vértigo o La muerte tiene un precio de una forma eficaz.

Es una pena que en el tercer acto el desarrollo tome otro camino muy diferente para volverse contradictoria en su discurso y hasta cierto punto tramposa, esto deja un sabor de boca algo amargo, ya que era la irreverencia y la agresividad en la forma en que se contaba la historia lo que le permitía ser a este filme notable en muchos aspectos, al final queda una sensación de «puedo pero no quise».