Por: Daniel Hernández Garcia

 

Sólo un pequeño empujón más Jack, sólo un pequeño empujón más Jack, Me enfilé sobre la carretera, una gran línea blanca interrumpida por el silencio, sombras de autos se acercan y desaparecen en un pequeño zumbido; aprieto el volante dejando que sean mis manos las que me conduzcan hacia las montañas, Gimme Shelter de The Rolling Stones suena en mi cabeza, es justo lo que necesito: un refugio, un lugar donde despojarme de estas heridas y quemar mis prendas manchadas con sangre pero no hay tiempo para eso, ni tiempo para nada. Este auto es un disparo a la distancia, mis parpados quieren ceder al cansancio pero no se los permito, mis ojos arden como el carbón, dos manchas rojas en la autopista.

La neblina inunda el asfalto. Llevo dos horas pegado a las luces traseras de un tráiler, en cualquier momento podemos enfilarnos a un accidente una situación impredecible la cual quiero evitar. Una choza se deja ver a través de la neblina. Me desvió de la carreta, evito con gran agilidad una zanja y me parqueo frente a la choza que, para mi fortuna vende café y comida; subo al auto después de comer un gran trozo de tasajo, llevo un vaso de café en las manos, reclino el asiento y dejo descansar mi alma. Una gran tormenta se aproxima y puedo sentirla.

La interferencia en la radio me despierta, el sol ya ha entrado a las montañas, es hora de marcharme de aquí y continuar rodando; los tambores de “Sympathy For The Devi”l suenan desde el fondo del auto, las llantas se deslizan con gran suavidad cuesta arriba, se puede sentir el clima tropical esperando por mí, sólo un poco más, no me falles gran Jack, sigue así hasta que sea hora de parar. Las agujas indican que todo marcha bien; gasolina, temperatura, una velocidad adecuada y un hombre tras el volante desesperado por llegar a su destino con las precauciones que esa desesperación conlleva.

El descenso hacia la costa comienza a partir de este punto, las curvas son cada vez más pronunciadas, abro la ventana un poco para sentir el vapor de la brisa fresca, necesito parar un momento para comer. Me estaciono al costado de la carreta desde aquí solo se observan árboles y platanales. La camisa que traigo esta apestosa y llena de sangre, es mejor deshacerme de ella, la quemo y observo cómo las llamas la consumen parcialmente, me recuesto sobre el cofre, trago un poco de y no tarda mucho tiempo para que los mosquitos comiencen a alimentarse de mí. Un cuerpo no duraría mucho aquí, los animales y la naturaleza harían lo necesario para regresarte a la tierra…; Algún día seremos devorados por la tierra.

Busco en la cajuela y saco una camisa de lino pintada a mano, algo muy apropiado para mí destino. Me recuesto nuevamente y dejo que mi mente se pierda con el sonido del río bajando de las montañas. El chocar del agua con las rocas me hace dormitar un poco, así que me estiro un poco, prendo un cigarrillo y lo devoro a inhalaciones largas y profundas.

Enciendo el auto, suena “Honky Tonk Women”, un cigarrillo baila de un lado a otro sobre mis labios, las gafas de sol no ayudan mucho con el sol de frente; sin embargo, no bajo la velocidad, es preciso llegar antes del anochecer, sé que una mujer me estará esperando en cada bar, bailar y hacerle el amor a una bella mujer es lo que mi cuerpo necesita inhalar el sudor que expide el cuerpo después del sexo antes que el final me alcance.

Hay una patrulla acercándose por el retrovisor, prende sus luces en la oscuridad, me está pidiendo que me detenga. ¡Demonios! Todo iba de maravilla hasta este punto; seguro excedí por mucho el límite de velocidad. No hay de qué preocuparse salvo que ya hayan encontrado el cuerpo. Eso no puede pasar, tranquilízate. Esto será fácil, unas cuantas cordialidades y un buenas noches. Que no perciban la ansiedad, estos puercos huelen todo menos su olor a mierda.

Un oficial se acerca a mí, no puedo distinguir su cara, me pide baje del auto por favor. Hasta aquí huelo su aliento alcohólico disfrazado con cebolla y ajo. Apago el carro, me bajo obedeciendo sus indicaciones, ─De espaldas y las manos sobre el cofre─. ─Si oficia─. Siento un golpe en la nuca y todo se oscurece…

Me despierto, escupo una flema con sangre, me siento sobre el suelo; todo se me ha escapado de las manos, la libertad es un ideal que fácilmente puede verse mermada por la intervención de otros hombres. Me han quitado mis botas y mi cinturón.

─Por fin despertaste, ya pensábamos que se nos había pasado la mano─. Trato de asimilar la situación algunas veces la mano de la ley puede ser muy dura con tu cuerpo. Ok, veamos estoy en un lugar que posiblemente no sea un ministerio público, ni hay ruido en el exterior. Creo que me he encontrado con la peor parte de la ley.

Alguien me puede decir que hago aquí. ─Conducía sobre el límite de velocidad joven, además tenía el faro trasero izquierdo apagado. ─Mis faros estaban bien. ─No se preocupe ya nos encargamos de eso y está roto su faro. ─Puedo hacer una llamada. ─Por supuesto, es su derecho─. Me llevan a un teléfono en la pared, descuelgo la bocina pero no me da tono, presiono una y otra vez el interruptor del teléfono sin tener éxito. ─Este teléfono no sirve. ─si lo sabemos, pero que conste que no nos opusimos a su derecho a una llamada─. Estos policías se están burlando de mí, tienen el control y alardean de ello los muy hijos de puta.

Me hacen esperar en mi celda hasta pasado el mediodía, los oficiales me plantean que: me va a retener hasta que llegue un M.P de la ciudad, cosa que puede tardar un mes aproximadamente, después de mucho hablar con rodeos me ofrecen dejarme ir si les doy diez mil pesos que tengo en la guantera. Acepto, el dinero ellos ya lo tienen en su poder antes de que yo acepte el trato. Tomo mis cosas y salgo de este lugar apestoso.

Enciendo el auto, avanzo lentamente por un camino de terracería, las piedras levantadas por las llantas revotan en la lámina del auto, por suerte los policías no revisaron bien el auto, hubieran encontrado todos mis ahorros. Un sudor frio baja por mi espalda, puedo sentir la presencia de un depredador aun mayor que los policías detrás de mí, necesito apretar el paso y salir a la carretera lo antes posible. Alejarme de las malas vibras y de posibles intervenciones en mis planes de huir.

Las llantas besan de nuevo la negra carretera que se extiende zigzagueantemente por las montañas Jumpin´ Jack Flash comienza a tocar al momento que pisó el acelerador a fondo de primera paso a la cuarta velocidad, el gran Jack esta libre nuevamente, como voy descendiendo el clima cambia de frio a bochornoso, se comienzan a ver pequeñas casas a un costado de la carretera, niños desnudos jugando con palos y pelotas. Algunas niñas levantan bolsas de plátanos y tortillas al verme pasar en el gran Jack. Han terminado las curvas, ahora es un camino recto hacia la playa, las montañas quedan a mi espalda y de frente queda la libertad.

Voy entrando a Mazunte con la canción Midnight Rambler, es inevitable pasar desapercibido en el Gran Jack un Pontiac The Judge Gto del 68 con su color naranja con franjas negras contrastando con el color de la arena, lentamente me dirijo a un posada, tomo un bungaló con vista al mar. Tomo una pequeña siesta y salgo a la paya para tomar unas cervezas, solo escucho el ruido del viento rosando con la capa superficial del mar, siento como el viento trae un poco de sal a mi rostro y sonrió por haberlo logrado. La sangre de mis manos es lavada por el mar, hoy me bautizo bajo el sol del mar y doy por terminada la persecución que atormentaba mi vida hoy.