Por G. Mateo

 

El pasado 28 de marzo, Mario Vargas Llosa cumplió 80 años de vida. Vargas Llosa pertenece a un selecto grupo de novelistas del siglo pasado, Salgari, Dumas, Twain, Borges, Carpentier, Revueltas, Rulfo, Arreola, Cortázar, Fuentes, Donoso, Gaytisolo, Márquez, etcétera, conocidos por impulsar el boom latinoamericano. Ganador del Premio Biblioteca Breve en 1962 el escritor peruano siempre se destacó por su genio literario y su aguda visión política.

 

En los años sesenta Vargas Llosa empezó a experimentar un paulatino desencanto por la Revolución cubana. Se reveló como un autor comprometido con la verdad política y la libertad de expresión. Tras la ruptura de la revolución cubana en 1971, Mario decidió, como decía Paz, “deseducarse” y recluirse a leer a los autores malditos evitados por todo marxista de bien: los Mill, los Weber, los Von Mises, los Hayek, los Friedman, los Bertrand de Jouvenel. Él tuvo el valor de mudar de ideas en público, en plena batalla, arriesgándose a toda suerte de infundios e injurias que se prolongaron en los años noventa cuando Perú quedo sumergido en la dictadura de Fujimori, quien por cierto derrotó al novelista en las urnas. Lo atacó la izquierda y lo ataco aquella inesperada nueva derecha peruana. Después de ese tiempo se fue a vivir a Francia en el que mantenía correspondencia con Emir Rodríguez Monegal, Carlos Fuentes y Roberto Fernández Retamar.

 

Mario Vargas Llosa es sin duda un hombre memorable, ferviente contendiente de Octavio Paz, su inteligencia sobrepasaba la de cualquiera en los intensos debates que sostenían, amante de la verdad y poseedor de un finísimo punto de vista político y literario.

 

Esta es una recopilación de alguno de sus mejores libros:

Los jefes (1959), La ciudad y los perros (1963), La casa verde (1966) y Conversación en la catedral (1969).

Y los más recomendables: Pantaleón y las visitadoras (1973) e Historia de Mayta (1984).