Por: Daniel Hernández García

 

Desperté en medio del caos, el estruendo de los metales sonaban nuevamente en mi cabeza, no tenía nada que valiera la pena, mi vida se reducía a este cubo de 5 por 5 en la azotea de un viejo edificio; que, lentamente, era carcomido por el tiempo; la pintura de su fachada tenia interminables grietas, aparentaba estar mudando de piel, pero en este caso en vez de mostrar algo nuevo mostraría el ladrillo y el pasado que se daba por vencido.

Tenía dentro de mi cabeza el sonido de una batería y una trompeta que sustituía a todos sonidos exteriores; un gato se paseaba por mi ventana produciendo el sonio de escobillas sobre los discos de mi batería mental, le arroje desde mi colchón una caja de cigarros vacíos, zazzzzz sobre los metales, de un salto se alejó; Me dio ganas de verificar el contenido de la caja, así que me levante, me acerque a la ventana, tome la caja y efectivamente estaba vacía, la arroje al suelo tootootoo quedo inerte sobre la alfombra; asome la cabeza a la calle, la ciudad era caótica, 15 metros me separaban del suelo y de la orquesta que ahí se producía, parecía que Males Davis diría el ritmo de ella, un largo estruendo de trompetas por aquí y por allá, turuturun, turuturun, turuturuntum… turuturun, turuturun, turuturuntum.

Me senté cerca de mi mesa, la cual estaba ocupada por pilas de libros, hojas blancas y amarillas, palabras sin sentido que alguna vez me quitaron el sueño, cuanta energía estaba acumulada ahí, un pececillo de plata se asomó de la pila de libros, lo ignore para que siguiera devorando los libros, tssss tsss tsss pude escuchar cómo se alimentaba de mi energía, me levante a calentar agua para un café, el fuego azul hacia burbujear el agua, sonido de mátales, bombos y vapor salía del pequeño pocillo de peltre, vacié el contenido en un taza pero tenía muy poco café, así que sólo se pintó un poco el agua de color marrón.

Necesitaba salir de mi encierro, tome mi gabardina, mi sombrero y baje por las escaleras hasta llegar a la puerta del edificio, en la entrada tropecé con una mujer por accidente, se le fueron de las manos sus víveres, inmediatamente me comenzó a reclamar turuuuuu ruuuuuu ruuuu tiru tiru turuturuuuuuuuu, intente agacharme para ayudar pero no me lo permitió, su mano choco unas cuantas veces en mi espala tsss tssssss tsssssss, la empuje para que me dejara de golpear y tome sin que se diera cuenta una caja de cigarros del piso.

Camine por la avenida Lázaro Cárdenas hasta llegar a la Cantina Titán, me recargue en la barra y pedí un ron potosí a la sombra que atendía ahí, deslizo su mano sobre la barra con mi licor, a los cinco minutos regreso con un plato de caracoles en su concha bañados en un adobo rojo, en mi cabeza se fragmentaban una a una mis ideas, me levante de la barra para poner una canción en la rocola puse Pharaoh’s Dance de Miles Davis, volví a sentarme en la barra y bebí un trago tras otro, no aparte lo ojos del espejo de la cantina, frente a mis ojos se movía la ciudad entre botellas, figuras se deformaban al pasar por los cristales de las botellas, cuerpos se contorsionaban de una y otra forma, para diversión mía. Seguía escuchando las trompetas y metales de Miles Dewey Davis III llenando la atmosfera del lugar ¿realmente había música en la rocola o mi mente llenaba los espacios en silencio?, el cantinero trato de hacerme plática pero no entendí nada le lo que me decía, me esforcé tratando de leer su labios y su expresión pero soló escuchaba el aullido de las trompetas, después de un rato decidí salir de ahí y tomar aire fresco, la noche estaba ahorcando a la tarde.

Al estar nuevamente en la acera busque entre los bolsillos de mi gabardina la caja de cigarros que había tomado del suelo, palpe la forma rectangular entre mis dedos, saque la mano del bolsillo y abrí mi palma para dejar ver los colores Rojo y Blanco con letras impresas M.A.R.L.B.O.R.O. tome un cigarro, lo coloque en mi boca y con ambas manos prendí un cerillo que me ayudaría a consumir aquel cilindro canceroso, inmediatamente sentí el mal sabor del cigarro, percibí el sabor a alquitrán y clavo mezclado con tabaco, en verdad aborrecía esta clase de cigarros, el buen tabaco soló debe de ser tostado. Comencé a caminar por la colonia doctores, mi paso estaba sincronizándose con la música en mi cerebro que abría un espacio a las cuerdas de un bajo que sonaban al ritmo de mi andar, estaba tentado a caminar hasta el fin de mis días. El horizonte dejaba ver a un sol vencido por la noche, los rallos rojizos rasgaban mis pupilas, hasta que esos rayos fueron sustituidos por la luz de los faros de la calle y anuncios de neón que me invitaban a escurrirme por agüeros desconocidos. Los autos desfilaban a un lado mío, cientos de personas compartieron por un momento el espacio conmigo y me hicieron parte de su subconsciente sin que se dieran cuenta, ahora me convertía en una pequeña imagen borrosa en sus recuerdos.

Comenzó a llover, la lluvia se fragmentaba en la banqueta dejando una huella de humedad que rápidamente desaparecía por el calor del suelo, no pasaron más de cinco minutos para que la lluvia fuera intensa, la gente corría a protegerse debajo de las marquesinas de los locales, yo disfrutaba del sonido que las gotas producían al unificarse en charcos de agua, mi visión era borrosa, así que tuve que agachar la mirada observando únicamente la banqueta y las gotas de lluvia rebotando en los chacos, haciendo ondas de sonido, así me mantuve por un largo rato, hasta llegar a la perta del BALALAIKA.

La luz tenue de las paredes del Balalaika me condujeron hasta mi mesa, el lugar estaba casi lleno, había chicas agrupadas en distintas mesas, eran las únicas que no estaban bebiendo alcohol, sus miradas seducían a cada uno de los clientes, hasta encontrar a aquel que les invitara una copa. Medias brillando bajo la luz artificial, las piernas torneadas de los cuerpos trabajados de las mujeres me inducían a pensamientos perversos, pedí un whisky con hielos para conservar mi temple, mi mano izquierda no dejaba de moverse, con los dedos parecía dirigir una orquesta, deje impregnado el sudor la huella de mi mano sobre el mantel rojo. Una mujer me trajo whisky, se sentó en mi mesa, dijo con su acento argentino si le invitaba una copa, su sonrisa me atrajo así que pedí una copa para ella. Ella llevaba un vestido negro, que, acentuaba la forma de su cuerpo, una figura blanca en medio de la luz rojiza, su cabello negro y liso le llegaban a sus hombros, sus senos eran acentuados por brillos sobre ellos. Comenzamos a hablar, ella inicio con un breve interrogatorio sobre mi ocupación y función en la sociedad, le dije que era escritor y que actualmente sobrevivía de vender mis posesiones, a Nerien le gusto la apatía y a mí me gusto su habilidad para formar oraciones y sonreír al mismo tiempo. En sonido de mi mente se agudizaba para permitir la entrada a la voz de Nerien.

Un grupo de músicos comenzaron acomodar el escenario, hicieron resonar los timbales, esa fue la señal para comenzar a bailar, mi hermosa acompañante y yo comenzamos a movernos por la pista, yo lo hice de forma torpe pero ella lo hacía con una fluidez hipnotizante, en momentos me quedaba quieto para observar como movía su cuerpo. El sudor que perdimos por el baile lo sustituimos por grandes cantidades de alcohol. A la una de la madrugada Nerien me sugirió salir de ahí, para hacer el amor en mi departamento pero para que sucediera era necesario acordar un término monetario por su tiempo.

Tomamos un taxi fuera del Balalaika, nos llevó hasta mi departamento, en el camino nos mantuvimos en silencio, lo que me dio tiempo para reflexionar la situación en la que me enfilaba, subimos los 5 pisos de mi edificio, los tacones de ella en cada escalón produjo un eco, un pequeña migraña comenzó en cabeza, entramos en mi departamento que en realizad era un pequeño cuarto, tome una botella de vino barato que tenía en mi frigobar y lo compartí con ella mientras nos desnudábamos el uno al otro, el contorno de sus senos fue remarcado por la luz de la luna que sin invitación entro por mi ventana, pose mis labios en cuello que como un puente me condujeron a su hombro y baje por su cuerpo, mis manos recorrieron su cintura, con las yemas de mis dedos pude sentir sus delgados vellos que se erizaban al tacto de mis labios, una melodía comenzó a entrar del exterior, cascabeles que acompañaban a una trompeta en melodías agudas y largas. Mis labios comenzaron a besar su suave vagina, mientras mi lengua hacia pequeños círculos en su clítoris, sus pequeños gemidos comenzaron a entrecortarse como el último aliento de un hombre a punto de morir. Con su mano separo mi cabeza de entre sus piernas y la llevo a su rostro, observe la superficie de sus pupilas mientras con la otra mano me guiaba a su interior, nos conectamos por medio de nuestro fluidos, yo seguía el redoblar de los tambores mientras ella arañaba y apretaba mi espalda, su cuerpo se retorció frente a mí, puede sentir como su vagina se abría y contraía al llegar al orgasmo, me quede inmóvil mientras observar el bombeo de sangre de su vena yugular y como su mejillas se ruborizaban por la sangre que se acumulaba en su cabeza, sus ojos se quedaron mirando fijamente los míos, así nos quedamos hasta dormimos.

Me soñé dirigiendo una orquesta y destrozando cada bello instrumento. Desperté por culpa de la cola de un gato rosando mi espalda, abrí los ojos y frente a mí se hallaba Nerien con los ojos bien abiertos e inmóviles, por fin había silenciado la música.