Por Harry Cano

 

REMEMORANDO.

No recuerdo el día exacto, posiblemente era un jueves, o un viernes, tal vez un sábado, solo el mes lo recuerdo, imposible olvidarlo… era mayo, del año 2005. Yo tenía 17 años, iba acompañado de mi abuela –a quien quiero, como una madre-, no recuerdo si iban otras personas con nosotros, creo que mi madre nos acompañaba. Ya era de noche, pasadas de las 11, y apenas llegábamos al palenque de la Expo Guadalupe, acá en el norte, en Nuevo León. Estábamos en primera fila, solo un redondel de madera, de caoba nos separaba del escenario, de forma circular, muy pequeño; se respiraba un olor a tierra, el calor apremiaba la noche, vendedores iban y venían por los pasillos entregando sus boletas de bingo, gritos y más gritos de ¡¡¡Gane!!! Se oían repicar por todas partes. De pronto empezaron a llegar personas, llenando el escenario, con micrófonos, bocinas, la batería y demás instrumentos.

Ya se veía a la gente emocionada, mujeres y hombres por igual se encontraban en el recinto, que lucía cada que pasaban los minutos, más y más abarrotado (…) empezaron a entrar las coristas vestidas de un elegante color negro, de detalle llevaban piedras incrustadas en el vestido, a la altura de sus hombros, brillaban como diamantes. Empezaban a dar los últimos detalles al escenario, pusieron una mesa de madera, de un estilo rustico, con un mantel de color blanco, sobre él, una vasija con fruta y aun lado una copa, con agua natural. El escenario estaba listo, sus músicos en sus lugares y las coristas paradas en sus micrófonos. Luces de todos colores llenaban el palenque, se podían ver en los rostros de los asistentes, que empezaron a gritar con la llegada del presentador (de quien no recuerdo su nombre).

Delgado y animado, este presentador, solo dijo: “¡¡¡Buenas noches!!! ¿Están listos?, hay viene”. La gente gritaba y me ensordecían. Todos gritaban al unísono “Juanga”, “Juanga”, “Juanga”… la música empezó a sonar, las coristas se abanderaron en medio del escenario, como dándole bienvenida a alguien especial, empezaron a cantar en forma de ópera, los gritos no dejaban de cesar.

De manera lenta iba entrando un hombre, con un traje blanco, reluciente, irradiaba una paz, una armonía, un encanto que era incomparable, que jamás había vivido, ni sentido. Se detuvo a lado de mi abuela, le agarro su mano y se la beso, después le dio un beso en la mejilla y le tomo del rostro, en forma cariñosa, mi abuela volteo conmigo y me sonrió, yo sentía mucha felicidad.

Las coristas le dieron la bienvenida, se postro aquel hombre de traje blanco reluciente sobre el escenario, con una sonrisa de punta en punta, alzaba su mano al aire, dibujando corazones imaginarios, diciéndole a toda la gente que gritaba, que los amaba. Estaba ante nosotros, Juan Gabriel.

Recuerdo perfectamente que una de sus primeras canciones fue “Querida” (trato de rememorar, pero no recuerdo el orden exacto de las canciones), empezó a resonar aquel sonido delicado de la canción y se veía sin duda alguna en sus ojos, en su rostro, que recordaba los momentos de su vida, que le inspiraron a componer esa melodía. Poco a poco, conforme avanzaba la canción, yo quedaba embelesado, su manera de interpretar, su entrega con el público, era increíble ver lo que provocaba en la gente, por momentos alzaba el micrófono para que todos le ayudáramos a cantar los coros de la canción “Dime cuando tú, dime cuando tú, vas a volver”, todos accedíamos, era el canto a la felicidad, era una fiesta enorme, que se vivía y se sentía.

Siguió la noche y el repertorio de canciones legendarias, la gente no se cansaba y el menos, brincaba y bailaba sensualmente, como provocando. El folklore Mexicano emanaba de él. Querían que su Divo les siguiera cantando, nadie quería que el show se terminara.

Tengo en mi mente algunas canciones, en la parte final, especialmente tres de ellas: “Abrázame muy fuerte” la trascendental, “Así Fue” la desgarrada y “Amor Eterno” el himno de todos, con la que termino el concierto. Junto sus brazos en el pecho, como abrazando a todos, los desprendió y mando un beso y postro su mano en el corazón, haciéndoles sentir que se los llevaba con él.

Era de los primeros conciertos que yo disfrutaba de principio a fin, fue todo un suceso conocer a ese tamaño de artista y más tenerlo a pocos metros de distancia y presenciar su show, tan cercanamente, tan cálidamente, porque Juan Gabriel, te hacia sentir como en casa, entregaba confianza. En esa edad, claro que conocía a Juan Gabriel, no escuchaba su música como fanático empedernido, pero si había una conexión con su música, como todos los mexicanos la tenemos. Después de ese concierto, jamás deje de escucharlo, su música me empezó a inspirar. No fue la única ocasión que lo vi en vivo, se repitió como unas cuatro veces más y todas las seguía disfrutando, pero como la primera vez, no hay igual.

 

ALBERTO, EL HUMANO.

Su nombre real era Alberto Aguilera Valadez, nació en Paracuaro, Michoacan, un pueblito, como él lo llamaba, un 7 de enero de 1950, en medio de pobreza y carencias, con una familia de diez hermanos. Su historia conmueve, por que proviene del esfuerzo, ese con el que solo, se forman las leyendas. Fue golpeado por sus hermanos, recluido en un internado del que escapa, cantante en bares, preso en cárcel por que lo culparon de robo, indiscriminado por su homosexualidad. Pero poco a poco se fue forjando la leyenda.

Todos sabemos sus grandes logros. Su música fue interpretada por infinidad de artistas: Lucha Villa, Thalía, Lupita D’alessio, José José, Ana Gabriel, Vicente Fernández, Lola Beltrán, Lucia Méndez, Yuri, Isabel Pantoja y la más especial de todas, Roció Durcal. Con ella, las canciones de Juan Gabriel, encontraron la voz perfecta. Su legado es inmenso, quizás fue el compositor más prolífico que ha existido, compuso 1800 canciones (sin contar las inéditas, que no han salido a la luz), grabo 35 discos, más de 800 artistas grabaron sus canciones en 7 idiomas diferentes, vendio mas de 100 millones de discos en toda su carrera, fue nominado en seis ocasiones al “Grammy”, en el 2009 fue reconocido como “Persona del Año” por la Academia Latina de la Grabación

Juan Gabriel fue un parteaguas, sus letras rancheras no hablaban de borrachera, ni balazos y sus rimas no denigraban a la mujer. Los hombres también lloran y lo empezaron a hacer con las canciones de Juan Gabriel, lo toleraban y lo consentían, conectaba con los machos más machos mexicanos, no por el adulterio o la malquerencia o la traición, sino por el sentimiento de sus letras, de sus frases: “Yo sabía de cariño, de ternura, porque a mí desde pequeño, eso me enseño mamá…” Simple y sencillamente la elegancia de sus canciones proviene de la sencillez de las mismas.

Juan Gabriel también estuvo en el cine, en los 70 realizo películas que tuvieron mucho éxito, destacaría de todas, solo tres: “El Noa Noa”, “Es Mi Vida” y “Del Otro Lado del Puente”. Estas películas contaban importantes momentos de su vida, como la muerte de su padre, su entrada al orfanatorio, y las experiencias que vivio en la cárcel. Trabajo con primeros actores de la talla de Leonor Llausás, Narciso Busquets, Guillermo Murray, Sara García, Sonia Amelio, Veronica Castro y su entrañable amiga del alma Queta Jiménez “La Prieta Linda”.

 

SUS ULTIMOS MOMENTOS.

Su última presentación fue en el fórum de Inglewood, California. Muchos de sus admiradores que lo vieron ese día, mencionan que lucía muy cansado. En el escenario había cuatro sillas, puestas en distintos puntos del escenario, donde él se sentaba cada vez que se agitaba, tal y como lo cuentan las personas que lo vieron por última vez.

Murió en su departamento, que tenía en Santa Bárbara, California, cercano a la frontera que tanto quería, que lo vio sufrir y crecer. Fue del corazón, un infarto fulminante, la muerte, que muchos dicen querer y la más justa, según… para los que fueron buenos en vida. Se fue a los 66 años de edad, en la cumbre de su éxito, muchos lo esperaban acá en Monterrey, donde se iba a presentar en Diciembre, tenía tres fechas vendidas, lo esperaban más de 50 mil personas.

Le sobreviven cuatro hijos, todos llevan su nombre, pero Juan en distinto idioma: Iván Gabriel, Joan Gabriel, Hans Gabriel y Jean Gabriel

Con Juan Gabriel, se va la época de los discos de oro o de platino, se queda el reino de lo digital, la música superficial, los aparatos sofisticados. Emocionó a un país por casi cinco décadas y eso no cualquiera lo logra. Sus canciones son clásicos de la música popular mexicana. Pero lo más importante de todo, es que, Juan Gabriel, encumbro a la cultura mexicana, lo llevaba en cada poro de la piel, en cada letra de sus canciones, en cada presentación.

El pueblo Mexicano y todo el mundo lo llora, sus amigos, su gente, pero como el mismo lo decía:

“Mientras exista alguien que cante mis canciones, Juan Gabriel vivirá”