Por: Daniel Hernández García.

Hemos llegado al punto donde nos desconocemos,

duras sombras anidan en nuestros parpados,

hoy más que nunca penetra la luz

y nos marchita al mismo tiempo.

Sentimos pánico,

arrugamos el alma al mínimo simulacro,

el espacio entre cada escena de espanto

se acorta al ritmo de nuestra vida.

El regreso al capullo es imposible,

anidamos y emprendimos vuelo,

perdimos la noción del cálido arrullo,

olvidamos cuando nos estrellamos.

En el suelo

emprendimos una carrera interminable,

arriba, abajo no importa el espacio nos pertenece,

encontramos la forma de hacer diamantes.

Aminoramos el peso del sufrimiento,

albergamos sordidez en nuestros huesos.