Por G. Mateo
Desde el cielo traen presagios… los hijos de Saturno
ángeles cancerberos que vigilan al mundo
centinelas iracundos, detrás de lo nocturno
ensombrecen con nubarrones los mares de Neptuno…
Son esos verdugos, los que escriben tu nombre
en la lápida de los días, en la tierra donde la muerte camina
siguiendo las huellas de la embustería
de sus antiguos amores: la guerra, la riqueza y la mentira.
Disfrazados por las noches, sedujeron a nuestras doncellas
A veces como vampiros, otras como mariposas negras,
sus cuerpos aparecen revoloteando las condenas…
engañar al corazón, poner el alma en pena.
Heraldos coléricos amantes de la sangre,
heredaron el placer de comer su propia carne.
Los rayos de sus cetros enrojecen los senderos
desde el árbol más duro; hasta el ciervo más pequeño
son los hijos de Saturno cuando a la vida visitan
te quiebran en dos el ánima… la confianza y la mentira.
Sus dedos y caprichos han matado a mis amigos
aplastaron la nitidez de sus ojos fijos…
quizás muy pronto hallaran los míos; mientras,
en las penumbras de sus sueños aparezco
con mis dientes blandos mastico sus cuerpos blancos
sentados en un oscuro lugar del universo
vimos nuestros rostros reflejados en el tiempo.
Aun me duele la herida del costado izquierdo
que me dejó la creencia de sus falsos recuerdos,
ahora quiero devorar a Saturno
que con muerte y tristeza… ha tragado mi mundo.