Por Daniel Hernández García.

Junte todos mis rechazos

y el que más me dolió fue el tuyo,

pues no estoy acostumbrado al amor

ni a sentirme vulnerable.

Fue en la curva de tu sonrisa,

dónde aprendí a ciencia cierta

que mi felicidad y mi miseria

dependen del arco de tus labios.

Dónde paseare mis sueños

si no es en la estela de tus pecas,

de la playa de tus mejillas.

Intente recabar datos de mi fracaso

y me di cuenta que la primera vez

que me vi reflejado en el verde de tus ojos

me deje perder por estar un ínstate ahí.

¿Cómo razonar mis sentimientos

si no existe categoría ni medida

para poder explicar lo que siento?

Es una pena estar así,

inventando pretexto y tiempo,

para visitarte y por fin verte,

escuchar tu voz, causar tu risa.

Te escribo esto esperando

que ambos estemos resueltos

estrechar labios y nos reconozcamos

sin necesidad de versos.