Por: Erick Gálvez Ayala

Con mucha expectativa busco la forma de escuchar el último disco del multiovacionado Javier Corcobado (es del año pasado pero no he podido escucharlo), tal vez esta vez pueda captar todos los matices que envuelven el estilo tan poco convencional del nacido en Alemania. Aunque siempre he respetado su trabajo no puedo decir que haya un álbum completo el cual pueda adorar. Quizá el Corcobator sea mi preferido aunque no es el trabajo que mejor represente su capacidad como autor. Lo he logrado, es momento de ponerme los audífonos, desconectarme del exterior y respirar hasta lo más hondo, se vienen unos minutos de histeria desconcertante, de enajenante suplicio.

Todo comienza con «Sin corazón no hay nada» un título prodigioso para abrir Mujer y Victoria, interferencias suenan para dejar pasar la voz rezando de Javier, un inicio complicado, tardo unos minutos en dejarme llevar, al final de la pieza casi termino tarareando «Sin corazón no hay nada, sin corazón no hay pensamiento…». Se viene el segundo track, «Niña Preciosita» tintes de bossanova con una letra casi infantil, estamos frente a uno de los plumajes favoritos de este cantante, lo que parece no es, le sigue un hit que podría firmar perfectamente El Columpio Asesino, «Apotemnofilia» perfectamente musicalizada, un bajo incesante, texto que juega con la confesión de un católico con su sacerdote, gritos desesperados que recuerdan a la extraordinaria banda Bauhaus.

Viene «Canción del Puerto», una balada maldita, piano, un poco de percusión más voz ardiente, «Bebiendo y fumando música, embrujado con tu voz…» tres minutos son suficientes para borrar de un golpe la histeria del tema pasado. Acordeón para preparar el final de un tesoro. Le sigue «Mujer y Victoria», unas líneas con atmósferas comunes en su arte «De la mujer será la victoria…» susurra.

Llega  «El Extranjero y su Cicatriz», la vida del personaje que no está en el lugar correcto, comienza lenta pero después rompe de nueva cuenta encabezada por el bajo como protagonista, disminuyen los niveles para cerrar con una disculpa no del todo sincera, «Bienestar» trae al Corcobado más electrónico, los cambios de ritmo regresan, no es el mejor tema pero la música lo rescata.

«Labios Rotos» es hipnotizante, a subir el volumen para sangrar con dignidad, líneas tajantes “Mis labios están rotos de tanto olvidarte…Aquí sin tu voz es de noche, los barcos se hunden en mi», «No Odio» no desea empezar, esta retenida por la batería, las guitarras buscan su lugar para gritar con ferocidad, otro hit oscuro que roza la histeria, este tío no ha cambiado tanto. «Lluvia» nos atrapa con un acordeón tenue, redobles de batería, desconcertante y apasionante.

La recta final comienza con «Amigo» si pensaban que es aquella pieza del brasileño Roberto Carlos están en lo correcto, no lo entiendo, este no es el autor maldito, es una versión muy similar a la original, se percibe cercanía con el tema, el Javier Corcobado de esta lucha entre el odio y el amor. «Alegría de Amor» es otra canción optimista, estoy perdiendo la razón, la felicidad parece verdad, sin ser un amargado esta es la peor canción, estoy seguro. Todo termina con «La Boheme» tema francés de Charles Aznavour que interpreto alguna vez la excelente Edith Piaf, el final digno de un disco de contrastes incesantes pero claramente Corcobadista si me permiten la expresión.

Javier Corcobado es un letrista excepcional, ha creado líneas de odio hermoso así como de amor escabroso. Un artista total cuyo sello es ser independiente, hacer lo que le viene en gana, sin pretender nada más.

«Me arrepiento de haber nacido y de no poder morir» – A nadie, Corcobado.