Por Elbow Radourh

Me amenazaron con los cuchillos de la desgracia,

sólo recuerdo ir corriendo buscando alguna puerta entreabierta,

metí mis manos para impulsarme hacia adentro;

el azote casi capturaba los nudillos para convertirlos en nada.

 

Hubo silencio en la última habitación, exhale como podía,

no percibí si estaba soñando con los ojos abiertos;

era un ensueño cavernario, corría sudor vuelto lodo en el cuerpo,

gritaron al fondo y los cables se cruzaron, caí sin poder meter las manos.

 

Tal vez dije algunas realidades incomodas, en boca cerrada el silencio es absenta;

detenerme causaría un efecto de soberbia, esa que esquivo diariamente.

Al despertar puedes terminar pidiendo clemencia,

seguí avistando que las horas no eran reales, éramos sólo sueños.

 

El golpe dio en el punto de equilibrio, ser ya no está permitido;

una tormenta de embates se dejaron venir sin piedad,

perdonen porque escondí el remordimiento

¿serán estas pastillas o seré una realidad?

 

Esas escenas se deshacen con el viento,

ahora tengo un frío descomunal, alguien se acerca para calmarme;

la paz vuelve aunque el dolor es muy punzante,

de lejos alcanzo a oír «Sólo es este tipo volviendo con su inmenso sufrir».

 

Estuve sangrando a su merced, indefenso frente a la multitud,

por segundos perdí el sentido, fue maravilloso,

respiraba violentamente, esforzándome para olvidar la deshonra;

esa maldición echa una nube negra, desafiante, discutidora y embustera.