Por José Luis Ayala Ramírez

Twitter: @ayala1788 

 

La cita obligada de cada año con el neurótico neoyorkino nos adentra esta vez al interior de Coney Island donde nos narra las desventuras amorosas de Ginny, una camarera casi cuarentona infelizmente casada y sin sueños por la vida que se redescubre a si misma cuando inicia una aventura amorosa con un joven salvavidas.

Los que conocemos y amamos el cine de Woody Allen sabemos que a estas alturas difícilmente nos va a sorprender con los temas que trata en sus guiones, en Wonder Wheel encontramos algunos conceptos sobre el amor, la madurez, la infidelidad e incluso el destino que ya había tocado con anterioridad; sin embargo, es en sus disfuncionales personajes y en como siempre sus clarividentes diálogos donde encuentra frecuentemente una nueva perspectiva.

Wonder Wheel está contada con mucho oficio por parte del veterano cineasta haciendo gala de sus virtudes como narrador, mientras los personajes van poco a poco siendo desnudados por su creador haciéndonos partícipes de sus emociones y pensamientos, logrando una conexión del espectador con la historia como pocos autores consiguen. Woody sabe enamorar, someter y luego regalarnos una pequeña idea de la vida de la forma más natural posible, en su último largometraje no es la excepción.

El elenco es sobresaliente, Timberlake está muy digno en un papel que le va como anillo al dedo, Belushi y Temple son dos secundarios a considerar en la próxima temporada de premios, ambos están excelentes. Ya luego esta Kate Winslet que consigue su mejor interpretación en muchos años, su Ginny es un personaje hermoso, complejo y trágico por partes iguales.

Ya por último no quisiera dejar de mencionar la magia de Vittorio Storaro, lo que hace este señor con esos tonos cálidos y fríos es puro talento, la forma en que por momentos un lado de la pantalla posee una iluminación opuesta a la del otro de la imagen, y luego la cámara se pasea pero sigue conservando la misma intensidad, también como el tono de la fotografía va cambiando lentamente trabajando con el juego de luces de esa rueda de la fortuna, es simplemente magistral.

Wonder Wheel es la mejor película de Allen desde “Blue Jasmine”, carece de originalidad pero que lo compensa con la orquesta del resto de sus elementos que lo hacen ser un filme intachable, genialmente narrado, interpretado y ejecutado en la imagen.