Por José Luis Ayala Ramírez

 

Hasta hace algunos meses Hollywood tenía como auténtico ídolo a un tal Harvey Weinstein; un tipo llamado Kevin Spacey era uno de los mejores actores de la televisión;  mientras que los actores y actrices hacían fila para aparecer en una película de Woody Allen. Todo esto ha cambiado en los últimos meses, como si alguien les hubiera quitado la venda de los ojos, los hombres, y sobre todo mujeres de Hollywood se han revelado como una especie de “liga de la justicia” para rechazar los abusos e injusticias que han ocurrido en la industria desde sus inicios.

Ahora bien ¿tiene esto algo de malo? Claro que no, las mujeres (no sólo en el cine sino en cualquier ámbito) merecen los mismos derechos que su contraparte masculina, eso es algo que se ha venido peleando ya hace bastantes años, el discurso de Patricia Arquette cuando recibió el premio Oscar por Boyhood es uno de los grandes momentos en la historia del galardón, alzando la voz en televisión nacional y reclamando una simple petición: el mismo salario para hombres y mujeres, las mismas oportunidades.

Sin embargo, tras el caso Harvey Weinstein la batalla ha tomado un nuevo giro pues Hollywood se ha convertido en una especie de cacería de brujas que tiene como objetivo terminar con la carrera de cualquier hombre que haya abusado de alguna forma de su condición sobre la mujer, al principio se pensó que sólo aplicaría en el caso Weinstein, pero de la noche a la mañana la carrera de Kevin Spacey se hizo añicos cuando se anunció su despido de la serie de House of Cards, a la par el director Ridley Scott sustituyo al actor por Christopher Plummer en su última película All the money in the world (la acción le valió a Scott un reconocimiento, una nominación como director al Globo de Oro), también se boicoteó las posibilidades en la temporada de premios al filme The Florida Project luego de que su productor Andrew Duncan fuera acusado de acoso sexual, así tras ser una de las favoritas al Oscar actualmente ya hasta se duda del premio a Willem Dafoe que hasta hace algunos meses era casi un hecho. El último blanco de esta batalla parece ser el director neoyorkino Woody Allen pues las declaraciones que hizo su hija adoptiva Dylan Farrow hace unos años acerca de su supuesto abuso sexual han vuelto a coger fuerza, a esto se han sumado diversas actrices (y uno que otro actor) que se dicen arrepentidas de haber trabajado con el director.

Hollywood se ha convertido en el juez de lo moral y lo inmoral, de lo correcto e incorrecto, bajo su propia justicia han terminado por echar de la industria a Harvey Weinstein por las numerosas demandas de acoso sexual, un caso que aparentemente todo el mundo sabía, pero que nadie hacia nada, por el contrario, se dedicaron a lamerle los pies a Harvey, incluyendo las actrices, pues hay imágenes donde se puede ver muy felices a actrices como Mira Sorvino o Gwyneth Paltrow a lado de su acosador Harvey, además parece que ninguna de ellas dijo mucho cuando ganaron sus respectivos premios Oscar gracias a las influencias del productor. Hipocresía, doble moral.

Ahora ya parece que la imagen de ver a Roman Polanski ganando el premio Oscar a mejor director por El pianista (con ovación incluida de todo el teatro Kodak) es de un mundo surreal, ficticio, algo que no existe, ahora ser un director con antecedentes de este tipo es prácticamente tener un veto en este tipo de ceremonias, ahora lo que buscan es unir a las minorías, para eso se inventó el Oscar so White, para darle su lugar a la comunidad afroamericana, ahora el movimiento feminista ruge con fuerza por que una mujer director sea nominada este año en los diversos galardones, las declaraciones de Natalie Portman y Barbra Streisand en los Globos de Oro dejaban ver muy clara su posición, exigen nominaciones y premios aunque no hay alguna mujer que se lo merezca realmente, al menos no en esta temporada; días después el DGA nominaría como directora a Greta Grewig por Lady bird por un trabajo de realización de lo más simple y básico.

El caso de Woody Allen es todavía más increíble. Vamos a evitar los juicios de si Allen es culpable o no, eso es algo que sólo sabe el director y Dylan Farrow. Lo que es inverosímil es la cantidad de actores y actrices que se han pronunciado en contra del cineasta, declarando que se arrepienten de haber trabajado con él, pero vamos, lo del caso Allen no es de ahorita, lleva años circulando por los medios, Ellen Page ya lo sabía cuándo trabajo con él, Greta Grewig también, y el caso más vergonzoso es el de Rebecca Hall, ya lo sabía cuándo actuó con él en Vicky Cristina Barcelona, acepto trabajar de nuevo para A Rainy Day in New York, y ahora que sale de nuevo el caso de Dylan Farrow (que ya había salido a la luz hace 4 años, pero nadie le hizo caso) ella por quedar bien y digna se arrepiente de nuevo haber trabajado bajo sus órdenes. Esto es una burla, una vergüenza. Ya no hablemos de Mia Farrow quien se ha dedicado a arremeter una y otra vez en contra de Allen, pero que fue parte de la defensa del juicio en contra de Roman Polanski.

No, no defiendo ni a Harvey Weinstein, ni a Roman Polanski, ni a Kevin Spacey, ni a Woody Allen, si ellos han errado y cometido un crimen deben pagar su sentencia y comparecer ante la justicia, pero esa sentencia no la debe ni la puede aplicar un lugar con tan doble moral, con tanta falsedad e hipocresía como lo es Hollywood, un lugar que hoy más que nunca ha enseñado su doble personalidad y desvergüenza, que se dediquen a hacer cine, los juicios morales no pintan nada aquí.