Víctor Daniel López  < VDL >

Se estrenó en el Festival Internacional de Cine de Venecia el pasado agosto, ganó el León de Oro a mejor película, dos Globo de Oro (a mejor director y a mejor película extranjera), obtuvo el tercer lugar en el premio del público en el Festival Internacional de Cine de Toronto, cuenta con 7 nominaciones a los premios BAFTA, y es la candidata a ganar al menos 3 de los próximos premios Óscar 2019. Se trata de la película mexicana “Roma”, dirigida por Alfonso Cuarón y que ha desencadenado muchas emociones, así como marcado un hito dentro de la historia del cine mexicano. Muchos la consideran una obra maestra, varios críticos como “la mejor película del cine mexicano”, a un público le parece grandiosa, y a otro, poco entretenida y lenta, pero en lo que sí debemos coincidir todos es en que resulta un filme con una calidad inigualable y que no se acostumbra a manejar en el medio, al menos aquí en México. Es grande, profunda, emotiva.

La historia es una historia sencilla, la historia de una familia como cualquiera, que vive en la década de los 70s. Si lo que se busca es acción, superhéroes, vehículos a gran velocidad, grandes efectos, comedias románticas y cursis o historias que siempre nos han venido contando, entonces esta película no es de su tipo, y entonces seguramente le parecerá aburrida. Porque para verla, no basta con sentarse y abrir los ojos, para ver “Roma” se necesita también abrir los sentidos, la mente, los recuerdos y, por supuesto, el corazón. Es una historia personal para Cuarón que refleja su niñez, sus miedos, anhelos, la relación que crean los hogares entre una familia y su sirvienta, y cada uno de esos miembros teniendo sus propias luchas y sentimientos; refleja la valentía de la mujer, poniéndola como heroína (como acostumbra a honrarla Alfonso Cuarón), la lucha, la pérdida y la inocencia, y todo ello, en medio de un contexto socio-cultural y político del México de los 70s, donde la diferencia entre clases sociales era abismal, donde el individuo con raíces indígenas no tenía las mismas oportunidades e incluso se le discriminaba (y aún hoy en día no ha cambiado mucho esa parte), donde gobernaba el régimen del PRI con una represión disfrazada, la matanza del famoso Halconazo que dejó tantos muertos, la pobreza en varias zonas del Estado de México, la urbe y el crecimiento en desarrollo del centro de la ciudad.

Desde el momento en que uno se sienta a ver la película, deja de ser uno mismo, y entonces es como si formara parte de aquella familia que muestra sus historias expuestas al desnudo. Uno se convierte en uno de ellos, uno viaja al pasado entre los bellos sonidos del afilador, de la campanilla del camión de la basura, del globero, la banda de guerra, el vendedor de plátanos, el camotero o el vendedor de nieves, el lavadero, los taxis cocodrilo, el tranvía… todos esos sonidos que se convierten inmediatamente en imágenes vivas, e incluso podría llegar a decirse que hasta en olores, trayendo así una hermosa nostalgia capaz de sacar varias lágrimas y hacer temblar al corazón, pues los de edad más avanzada recuerdan su infancia, sus días lejanos, las calles que caminaron, los amigos con los que jugaron, el tiempo que una vez fue, y ahora, pareciera que vuelve a ser, como por arte de magia, como si se tratase de un sueño real. Viajar al pasado, es posible, Alfonso Cuarón lo ha demostrado.

En cuanto a los elementos, está de más decirlo, pero por si a alguien le queda duda, el guion es delicioso, la fotografía es perfecta, la mezcla de sonido es innovadora y extraordinaria (uno se siente dentro de la casa tomando un asiento a la mesa, caminando en las calles de la colonia Roma, dentro del cine Metropólitan, en una de las camillas en medio de todo el ajetreo del IMSS, o incluso dentro de la ferocidad del mar), la dirección de cámaras no tiene nombre (cómo le hizo para filmar la escena clímax de la playa, quién sabe, pero resulta una genialidad), la actuación de Yalitza, ni qué decir, espléndida y con mucha honestidad. “Roma” es una película que entra dentro del denominado “cine intimista”; aquí no se busca una historia, sino emociones, por eso es que cada escena resulta poesía para los sentidos, reflejando lo más profundo de los sentimientos de los protagonistas, creando postales grandiosas de un México de hace casi cinco décadas y que ahora ya sólo queda algún que otro resto. “Roma” es, quizá, el mejor homenaje cinematográfico a México que se le ha hecho hasta el momento. Es un himno, un grito, una declaración de amor.

Por lo tanto, ésta representa la película más personal del director, y con esto se comprueba una vez más que cuando se hace arte con toda la sinceridad del mundo, desde las entrañas, desde lo más profundo e íntimo del creador, y con amor, el resultado es una obra de gran belleza, perfecta, una obra de arte que ha logrado congelar los sentimientos de una mujer u hombre, y exponerlos, para demostrar que los humanos no somos diferentes, que somos todos iguales, que todos sentimos, gozamos y sufrimos lo mismo.