Víctor Daniel López  < VDL >

 

“El mago de Lublin” es considerada como una de las novelas más importantes dentro de la literatura yiddish. Escrita en el año 1957 por el polaco Isaac Bashevis Singer, quien en 1978 le fue otorgado el Premio Nobel, narra la historia de Yasha Mazur, un mago de pueblo que va presentando su espectáculo conformado por diversos números de magia, acrobacia y escapismo, sorprendiendo a cuantos asistan, conmoviéndolos y dándoles un poco de entretenimiento. Aunque pareciera una historia sencilla, uno se ve envuelto de la propia magia de Yasha, y no tanto por la que él crea, sino más bien por los trucos que la vida le presenta. Una historia cargada de mucho realismo, y en la que uno puede acercarse a conocer la vida de campo en la Polonia de finales del siglo XIX, pero que también posee algo de encantamiento al contar con esas escenas tan sublimes de cuestionamiento filosófico, moral y religioso.

«El yiddish es la lengua sabia y humilde de todos nosotros, el idioma de una humanidad asustada y esperanzada» – Isaac Bashevis Singer

Ateo, escéptico, y cayendo en la línea en donde ya ni divisa entre lo moral y amoral, o quizá sí, pero ya no le importa, vive en su rutina, alejado de un hogar que lo espera cada ciertos meses y al que regresa agotado, sin ganas de nada y tratando a la mujer con la que se casó como si fuera un simple fantasma: ella desea conocer el mundo de allá afuera, qué historias suceden, qué actos de magia ofrece el mundo y la vida, qué lugares diferentes sus ojos no han tenido oportunidad de ver, pero Yasha no desea hablar, solamente pide le sirvan la comida y lo dejen en paz, quiere dormir todo el día, poder descansar de tanto trabajo, tanto viaje y tanta rutina. Cuando llega el momento de volver a salir de gira, se despide siempre de su esposa como si fuera la última vez, y emprende un viaje que ya le parece aburrido: los mismos pueblos, las mismas ciudades, los mismos trucos, las mismas mujeres, lo mismo todo. Y a pesar de tenerlo todo, la verdad es que no tiene nada, se siente vacío, y a veces, un poco perdido. En sus viajes lo acompaña Magda, su asistente y amante, esa mujer que todo lo daba por él, al igual que su esposa y las otras tantas mujeres que va dejando por el camino, pero a él no le importa, no le interesa ninguna para cambiarla al final por Esther, bueno, quizá solo una, pero quizá y sólo quizá. Mujeriego por naturaleza. Mentiroso, estafador y ladrón. Va de mujer en mujer buscando algo de lo que ninguna es responsable ni capaz de darle; busca en ellas lo que debería buscar dentro de sí, siendo también un pretexto para esquivar un miedo inmenso a la soledad (pues sólo allí radica la razón y la verdad). Se enoja con sus mujeres por no poder hallar el amor y la paz que siente merecerse; las quiere a todas, pero también lo cansan y arroja su furia contra ellas (la furia de la que solamente uno puede ser responsable), huye de ellas, huye siempre de sí mismo (“iba detrás de las mujeres, pero las odiaba, como el borracho odia el alcohol”). Conforme avanza la historia, Yasha se va envolviendo más en la duda y la incertidumbre: hacia sus creencias, hacia el mundo y su propio destino. Un accidente lo llevará al final de todos estos cuestionamientos, enfrentará la oscuridad, perderá la locura, llegará el dolor físico y espiritual; su teatro poco a poco se le va cayendo; su magia, se da cuenta, la componen simples trucos que son capaces de destruirle la vida, y él solamente piensa “todo esto me sucede por el gran aburrimiento que sufro”. Entonces, es cuando su principal acto de escape tendrá que tornarse hacia su propia vida, preguntándose en qué consiste todo esto, qué sentido tiene, la verdad que él creía conocer será la única verdad, a dónde va y de dónde viene todo, qué es el amor, cuál su misión, y tal vez sea que regrese a la bella verdad que antaño llegó a conocer en la Torá.

“El mago de Lublin”, publicado en México bajo el sello editorial DEBOLSILLO, resulta una novela apasionante, en la que uno acompaña al protagonista en su travesía por el interior de su alma, enfrentándose con los miedos más grandes que pueda haber y que resultan ser meramente sombras, pero parte de la esencia de uno, una esencia de la que nunca nos podremos desprender: la carga del karma, las consecuencias de nuestras acciones, el poder de nuestras ideas y convicciones, el dolor y el sufrimiento al estar casi cerca de llegar a la verdad, la esperanza… la esperanza… Y entonces, la pena, el arrepentimiento, la lucha que comienza, no por deshacerse de esa esencia, sino por transformarla, hallar el motivo principal e iluminarnos, seguir el camino, nuestro camino. A veces, hace falta experimentar la desgracia y perder el control de nosotros mismos para poder regresar a de donde somos, para tener la humildad y el coraje que se necesitan para volver al hogar, para perdonarnos, reconciliarnos con todo y con nosotros mismos.