Por Erick Mayorga

 

Prólogo

Vivir y viajar por Alemania, La Tierra de la Obediencia.

 

Los hombres han muerto. Las ciudades han sido destruidas. En las calles no hay hospitales o escuelas, no hay vencedores satisfechos, tan sólo hay incertidumbre y hambre. La segunda guerra mundial ha terminado. El miedo cede terreno a la súplica. Mujeres, niños y ancianos hambrientos son ahora la barrera para detener al Comunismo en la Europa Occidental, según George Marshall, jefe del Estado Mayor del Ejército durante la Segunda Guerra Mundial y Secretario de Estado de los United States of America, USA.  Este hombre encargado de los asuntos importantes hablaría en Harvard sobre “la intención de reconstruir las economías”, olvidando mencionar su estabilidad mental.

Los hombres de negocios regresan a sus oficinas. Ocultos a las miras de los rifles, pero visibles a los contratos de las patentes tecnológicas, los dueños de Bosch, BMW, Continental, Bayern, Mercedes-Benz, Hugo Boss, Porsche, Volkswagen, por mencionar sólo algunos de los mercaderes de la guerra, se reúnen bajo una promesa de negocios que hasta hoy se escucha cada día y en cada trabajo, esta vez, Alles muss perfekt sein” – Todo debe ser perfecto-.

El Eiserner Vorhang”, -la Cortina de Hierro-, como lo llamaría Joseph Goebbels, Ministro de Propaganda de la Alemania Nazi, al alambrado de púas que se convertiría en un símbolo de la barrera ideológica y un verdugo electrificado que cobraría miles de vidas, abre sus puertas a la promesa de bienestar llamada “reconstrucción”. Miles de Turcos, Griegos, Croatas e Italianos comienzan a llegar.

Aquellos hombres de diferentes nacionalidades aportaron profesiones y experiencias diversas, construyendo cimientos nuevos apuntalados en estrictas reglas laborales, pero económicamente bien redituables. El sincretismo cultural se mantuvo en segundo término, lo que provocó que las generaciones venideras sintieran que trabajaban para una patria que no era la suya, pero que los protegía como una empleadora, jamás como la tierra madre.

Las mujeres alemanas toman el control. Describirlas es describir el carácter de la Alemania actual; fuerte, determinada, competitiva, ambiciosa y disciplinada. Con esta identidad nacional, protectoras de lo suyo y recelosas de lo otro, abandonan la idea estadounidense de convertirse en, “The Land of Freedom”, -La tierra de la libertad-, para convertirse en Das Land des Gehorsams”, -La Tierra de la Obediencia-. Un lugar donde todo funciona, porque todas y todos realizan trabajos con precisión bajo el sueño de un futuro económico, pero alejado de las demostraciones nacionalistas consecuencia del estigma que heredaría el Nazismo. Tal vez por eso con el paso de los años, en la Alemania actual al hombre o mujer que realiza un trabajo de manera excepcional lo llaman “Maschine”, -la Maquina-.

El milagro económico alemán, “Wirtschaftswunder”, como lo publicaría el periódico The Times en 1950 a la acelerada reconstrucción y fortalecido desarrollo, así como el sincretismo cultural que desembocaría en un “proceso fallido”, como lo llamara Angela Merkel en Berlín el 17 octubre del 2010, nos da una visión clara de esta lucha entre dinero-desarrollo y cultura-patria que es Alemania.

Así que a la luz de los hechos, el dinero de los ricos empresarios edificó la República Federal de Alemania, “Bundesrepublik Deutschland”, como un país con una super industria tecnológica; el temperamento y capacidad de las mujeres sobrevivientes creó un Gobierno de Bienestar Social con estándares muy altos de calidad; y la llegada de miles de migrantes (Ausländers) formó una Multiculturalidad que nunca terminó por integrarse y que es el tema actual de la agenda política y buque insignia del debate europeo.

Ahora bien, amigo lector, bajo este panorama en esta complicada, pero hermosa trama, emprendo la tarea de vivir y viajar en Alemania, tratando de narrar mis experiencias culturales y compartiendo mis aventuras fotográficas sin mayor pretensión que la de expresar algo que me resulta necesario a manera de Leitmotiv: Contar historias.

Foto: @erickmayorga, vista desde la Cúpula del Reichstag, «Reichstagsgebäude». Esta edificación dentro del parlamento Alemán, fue diseñada por el arquitecto Norman Foster y representa el símbolo de la reunificación Alemana.