Por Víctor Daniel López  < VDL >

Twitter @vicdanlop

 

Del catálogo de FilminLatino 

 

El buen cine mexicano existe desde aún antes de ROMA, aunque muchas veces no se le da la promoción y reconocimiento que merecen, o no haya siquiera un acercamiento o interés continuo de la gente hacia éste. Dentro del catálogo que ofrece la plataforma de streaming FilminLatino, se puede encontrar una gran selección de muchas de estas películas y comprobar que en nuestro país hay talento excepcional, que se pueden hacer las cosas bien y que, a diferencia de los godinez y los mirreyes, de Derbez, la boda de Valentina, Malacopa y los remakes fallidos que últimamente no muestran más que escasez de imaginación y mediocridad, hay películas bien logradas  y que reflejan el resultado de lo que es el gran esfuerzo, la innovación, el trabajo y la sinceridad a la hora de contar una historia.

Una de las películas que se podrá encontrar en esta plataforma, y que recomiendo ampliamente, es «El violín» (2006), del director Francisco Vargas. Fue galardonada con más de cincuenta premios nacionales e internacionales así como seleccionada por el Festival de Cannes para el bloque «Un certain regard» («Una cierta mirada”). La historia se centra en la época de la Guerra Sucia que ocurrió en México entre los 60-70s. Numerosos grupos campesinos, bajo influencia del comunismo, se reunieron con la intención de levantarse contra el gobierno y acabar con la represión que el PRI había adoptado como política de control en los últimos años y que seguiría así todavía por otras décadas más. Aquella guerra duró varios años, entre campesinos y ejército, en medio de las montañas, en el campo, unos exigiendo la libertad y sus derechos; los otros, haciendo uso exagerado de su poder para callarlos. El protagonista de este filme, Plutarco, es un hombre viejo que defiende sus tierras y su gente, y que va siempre a todos lados con su violín, pues para él, la música es la cosa mejor que pueda haber en el mundo, que nunca nadie podrá callar y que persistirá al paso del tiempo, de los hombres y las armas. Así, cada vez que Plutarco hace sonar a su fiel compañera logra endulzar los oídos y corazones de los otros, logra darles aunque sea un poco de vida incluso en mitad de una batalla sangrienta, de la resistencia. Plutarco se ve de pronto en medio de los dos bandos al tratar de hacerle de espía para entrar en territorio enemigo (el del gobierno), y así lograr obtener información, saber sus siguientes pasos, recuperar sus armas que habían dado por perdidas y saber el paradero de su nuera capturada desde el inicio de la historia. Pero gracias al violín, y a la música, como muchas veces sucede, nace inesperadamente una relación de amistad entre este guerrillero y un general del ejército, quien queda embelesado por las notas que produce aquel instrumento, y que incluso pareciera olvidar por sólo un instante la situación en que se encuentran, en medio de una guerra y el conflicto moral que nace de ella, cada uno defendiendo lo que cree correcto defender.

La música es llevada por el mismo actor que hace de Plutarco, Ángel Tavira, compositor y violinista;  tanto la interpretación actoral como la musical son llevadas genialmente a cabo, tanto, que ese año le valió el premio a Mejor Actor en el Festival de Cannes. La actuación del Capitán, realizada por Dagoberto Gama, es exquisita también, y así entonces, la unión de ambos crea una excelente mancuerna, lográndose percibir con claridad los sentimientos de ambos, el dilema moral que habita en sus razones de hacer lo que hacen, la vida íntima que por un momento pareciera compaginarse con la del otro. Además no hace falta recalcar que «El violín» tiene una fotografía estupenda, retratando con sumo realismo la vida campesina del México de ayer y de hoy, la vida tristemente mísera, pobre y cruda, y que todavía aunada a la represión y corrupción por parte del gobierno, la hace más gris, como los matices de la cinta en la hora y media que dura.

Los diálogos entre Plutarco y su nieto Lucio, y aquellos entre Plutarco y el Capitán, son tremendos, sencillos pero tremendos, profundos. Cada escena carga con un simbolismo, tanto social como emocional, que al final el espectador pareciera estar en el campo oliendo la misma tierra, montando la misma yegua, recorriendo los verdes montes que poco a poco se van decolorando para teñirse de sangre; caminando las veredas que no llevan a ninguna parte o que siempre retornan al mismo lugar: al punto de partida, tratando de comprender a los hombres y sus conflictos y las razones por las que no podemos entendernos unos a otros, y a cambio, preferirnos matarnos, ejercer dominio sobre el otro, dañarlos y dañarnos a nosotros mismos.

El violín” te hará reflexionar, te hará llorar, te hará suspirar por el pasado y la historia de México, su gente, la vida del campo. Los que menos tienen son los que siempre más sufren, y a los que menos se les atiende, se les hace caso. Pero no debemos perder jamás la esperanza de que algún día vendrán tiempos mejores. ¿Cuándo? Quién sabe. Algún día lo sabremos. Pero pronto vendrán tiempos buenos.

 

Enlace para ver El violín