La poesía no es árbol
Por Carla de Pedro
Lo confieso: no creo en la poesía.
La uso de la manera menos ética, sin amor,
casi con odio.
A veces admiro sus ramas que se elevan hacia el cielo, como árbol, alto, alto,
como anhelo.
Más no es cierto,
la poesía no es árbol.
Y el árbol, a fin de cuentas, tampoco es árbol.
Sólo es raíces, tronco, hojas, tiempo, gusanos…
sus flores brotan casi sin darse cuenta, sin permiso.
Pero la poesía no es tronco, no es firmeza.
Y si fuera árbol se le marchitarían las hojas
o serían de verdes que no existen.
Si fuera árbol sus raíces crecerían largas, largas, entre la tierra, intentando alcanzar un centro que sigue siendo sólo tierra
o no tendría raíces y se caería.
Yo estoy de este lado,
sin raíces.
La poesía no es árbol.
Es sólo el deseo de algo que está entre ser y no ser árbol,
entre asirse bien al suelo o salir volando,
entre florecer o pudrirse.
Y al final
el deseo sólo es deseo,
el nombre sólo es nombre.
(Lo confieso: la verdad sí creo en la poesía
pero es casi como creer en nada.)