Reseña del libro “La hija del sepulturero” de Joyce Carol Oates

 

 

Por Víctor Daniel López  < VDL >

Twitter @vicdanlop 

 

 

La hija del sepulturero es el primer libro que leo de Joyce Carol Oates. No la conocía, y fue una dicha haberme encontrado con esta escritora contemporánea que aún escribe novela como casi no se acostumbra ya en estos tiempos. La escritora estadounidense, con ochenta años de edad, cuenta con una vasta trayectoria literaria en la que ha abordado diversos géneros como la novela, el cuento, ensayo, teatro y poesía. Su obra ha sido influenciada por autores como Kafka, James Joyce, Lewis Carrol, Sylvia Plath, Faulkner, entre otros, a quienes ha admirado a lo largo de toda su vida y siempre vuelve a ellos, descubriendo cada vez nuevas cosas que le hagan exigir aún más a su narrativa.

Mujer feminista y fanática de Bob Dylan, utiliza también su escritura para abordar temas que el propio hombre ha creado para irse destruyendo así mismo; hace uso de su prosa, que converge en el realismo social, para generar de algún modo una conciencia como acto de rebelión contra la injusticia, contra la violencia y la discriminación. Sus protagonistas por lo general son mujeres, a quienes representa como símbolos de fuerza, valentía y resistencia. La mujer ante el conflicto, en medio de la supervivencia, la mujer como estado de amor puro, pero también frágil, y motivo que precisamente la hace más admirable. Desde 1978, Joyce es profesora de escritura creativa en la Universidad de Princeton, y algunas de sus obras las ha firmado con los pseudónimos de Rosamond Smith y Lauren Kelly. Es miembro de la Academia Estadounidense de las Artes y las Letras desde el año 1978 y ha sido propuesta al Premio Nobel de Literatura en varias ocasiones.

La hija del sepulturero es una obra que se remonta a la propia vida familiar y personal de la autora, pues se centra la historia en una familia judía que, a causa de la Segunda Guerra Mundial, se ven obligados a tomar la decisión de irse a exiliar a Estados Unidos, huyendo de las atrocidades que por toda Europa estaban sucediendo en aquellos años. Llegan a aquel país de América buscando una nueva vida, buscando paz y estar todo lo más lejos posible de los nazis, de los campos, las metrallas y tanto odio, pero lo que logran encontrar en aquella nueva tierra, que tiene sus propios monstruos y espectros (y no tan alejados a los que deambulaban por Alemania de negro y rojo), es un odio igual o peor, una discriminación brutal a los judíos, una envidia intolerable, por lo que la sociedad en general reniega en darles hospicio en su propio país; los tachaban de cerdos, los veían diferentes, menores a ellos. La protagonista, Rebecca Schwart, nace en 1936 justo en el viaje trasatlántico a bordo del barco de refugiados alemanes que habría de salvarlos y llevarlos a su “salvación”. La novela abarca toda la vida de ella, comenzando por una triste y solitaria infancia vivida en un cuchitril de Chautauqua Falls, entre el miedo aún vivo bajo los recuerdos y esperanzas de sus padres, y lidiando con las burlas e insultos de la gente a su alrededor por el hecho de que su padre, después de haber sido un profesor instruido de un colegio alemán, ejerce ahora como sepulturero y vigilante del cementerio local, y también, claro está, por pertenecer a una familia de judíos. Su padre jamás se desprende del odio y resentimiento que tiene contra su Alemania natal, y por eso obliga a su familia a no decir de dónde vienen, que son judíos o a decir nada en aquel idioma de nazis. Siente tanto odio que odiar la vida se ha vuelto su única tarea, y precisamente es con aquel sentimiento con que va educando a sus tres hijos. La historia de Rebecca así comienza, con la carencia de amor y la falta de una prima que jamás pudo tener, y avanza por cerca de setecientas páginas hasta que se convierte en una mujer adulta. Las cosas por las que pasa son numerosas, trágicas, algunas horrorosas, pero precisamente eso será lo que la irá moldeando para afrontar la vida y ser capaz de soportar todo lo que año con año tendrá que soportar, como si la vida fuera solamente una sucesión de pruebas, una tras otra, sin descanso, para observar solamente cuánto es capaz de resistir el hombre: ¿Cuánto dolor? ¿Cuánto odio? ¿Cuántas veces se necesita morir para alcanzar una vida tranquila y en paz?

El resultado de La hija del sepulturero” es una novela emotiva y profunda, que al mismo tiempo suele ser cruel, no sólo con los personajes, sino también con el lector, pues uno va sufriendo al pasar de página por numerosas escenas, y se apiada de la vida de Rebecca, la comprende, siente deseos de abrazarla y decirle que todo irá bien aunque se sepa que no será así, pues en ese libro nada pareciera que puede ir a mejor. Pero también, éste resulta una prueba de valentía, la resistencia del individuo, las ganas de seguir sobreviviendo y hacer todo lo posible por cambiar de historia, aunque se arrastren sombras de un pasado que jamás se podrá olvidar, porque todo es parte de la biografía de uno, cada pieza, limpia o sucia, rota o completa, forma parte de la narración de la vida de uno, y eso es lo que nos hacer quienes somos, quienes hemos sido y la persona que algún día seremos.

Joyce Carol Oates es una escritora que recomiendo ampliamente, y si no saben por qué libro (de una lista de más de cien) empezar, sugiero lo hagan por “La hija del sepulturero”; estoy seguro no se arrepentirán. La novela está publicada en México bajo el sello editorial DEBOLSILLO (megustaleer de Penguin Random House).

 

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