La hipótesis de la historia: Morirás lejos de José Emilio Pacheco

 

Por Carla de Pedro 

 

 

La novela “Morirás lejos” se nos muestra desde la mirada de un narrador dudoso, narrador que, al igual que sus personajes, no conoce sino hipótesis del otro.

Así como nosotros lectores, desde nuestra subjetividad, no conocemos sino desde nosotros mismos la realidad, así nos da a entender la historia José Emilio Pacheco, como una serie de hipótesis sobre un vacío.

Los dos personajes de la novela, Alguien y eme, no son sino la concepción del otro (Alguien de eme y viceversa), o bien, la concepción de otro narrador (que busca mirar la historia judía a través de dos aparentes contrincantes), o bien, la concepción de un lector que busca en un escritor que busca en una voz narrativa que busca en dos personajes el posible conocimiento de una historia ocurrida lejos temporal y espacialmente. Así aleja de nosotros la historia José Emilio Pacheco.

“Usted no puede recordar, no puede imaginar”, dice una tercera voz sin rostro a ese posible Alguien que escribe un libro sobre el sufrimiento judío en los campos de concentración, a lo que el hipotético Alguien responde:

Aunque, sombras de las cosas, ecos de los hechos, las palabras son alusiones, ilusiones, intentos no de expresar sino de sugerir lo que pasó en los campos

Así, sugiriendo, Morirás lejos va narrando la lucha judía, lucha por la supervivencia de la propia identidad. Primeramente, con la destrucción del templo de Jerusalén y, después, con la rebelión judía en el gueto de Varsovia, el narrador nos introduce en la visión de un pueblo perseguido, el pueblo del eterno exilio.

No es coincidencia la elección de este pueblo, pueblo que, marcado por el exilio simbólico desde su primera estancia en la Tierra ha debido sobrevivir a través de la memoria, como expone Angelina Muñiz Huberman en su libro Las raíces y las ramas, donde dice que:

Adán y Eva, y con ellos todos los exiliados de la historia, cuentan con la memoria para mantener y fijar el ámbito desaparecido. Uno de los imperativos bíblicos es el de la memoria. (…) Si la memoria quiere ser transmitida, debe contar, a su vez, con la capacidad relatora. Quien relata, conserva. Quien relata, inventa. Llega un momento en que el exiliado solamente inventa.

Esta capacidad inventora es la capacidad de la palabra, pero la palabra, como bien dicen los cabalistas, es la creadora de la realidad, solamente la palabra lleva a Dios, pero también, solamente la palabra lleva a la historia.

Así como se cuentan las hipótesis científicas; una gran explosión a la cual se culpa del comienzo del tiempo y de la existencia vital, sin que los hombres lo pongan en duda, como si hubiesen observado la supernova original, o fuese siquiera factible que un hombre lo hubiese mirado y lo hubiese relatado a sus sucesores; así se nos presenta la historia generalmente: como indudable, como si todos fuésemos testigos del suceso histórico, y, además, desde una sola perspectiva, como si todos los seres humanos fuésemos un único sujeto mirando un único momento desde un único lugar. Como si la historia no pudiese variar desde los ojos de cada testigo.

Pero José Emilio Pacheco hace precisamente lo opuesto, nos presenta alternativas, diferencias culturales, temporales, filosóficas: la historia como fragmentos no como unidad.

Desde los ojos de dos posibles antagonistas: un alemán nazi y un defensor de los judíos que, para ser más irónica la visión histórica, no es sino un hombre que miró en películas y leyó en novelas la historia de aquél desdichado pueblo, Pacheco nos presenta, pues, visiones alternas.

La visión del alemán, posible personalidad de eme, es la visión de un hombre que, como sucede con todos los hombres insertos en la historia, no pone en duda nada de lo que se le dice, simplemente lo cree y creyéndolo no hace sino eliminar al enemigo, a la peor plaga humana que ha existido y ¿quién puede juzgarlo?

Se dice que los judíos fueron los primeros en generar el pensamiento abstracto, pensamiento que observó no a un Dios Sol o a un Dios Lluvia, sino a un Dios Todo y Nada, a un Dios creador de intelectos activos generadores de sol y lluvia.

¿Quién sino entonces sería culpable de arrastrar a la humanidad hasta el extremo abstracto de la razón, hasta el momento en que la visión Kantiana del mundo habría de generar un movimiento tan fuerte como el nazismo?

Pero todo esto no son sino especulaciones, como lo es la novela de Pacheco, como lo es la historia misma que incluso nos lleva a pensar que Alguien no es más que la invención de Eme, un vacío en el que éste proyecta su propia culpa.

Pero así es la historia, se refleja desde una mirada subjetiva que la observa y no hace sino llenar lo que el propio espectador, o el historiador, busca. Como sucede en La Nausea de Jean Paul Sartre donde Antoine escribe sobre un personaje histórico pero se da cuenta que no está haciendo otra cosa sino inventándolo.

En conclusión, la historia que nos venden no es sino la búsqueda de una Torre de Babel, para no perder de vista las alusiones simbólicas de la novela de Pacheco, es decir, un intento por unificar distintas visiones, pero, como ya se demostró hace siglos en Babilonia, los seres humanos hablan distintos idiomas, es decir, miran distintas realidades.