Primer Amor

 

Por Carla de Pedro

 

«Coincidir» ilustración  de Alonso Vargas

 

Tengo seis años. Enfrente de mi casa hay un árbol. Detrás de mí no existe nada, delante existe únicamente el árbol.

No sé qué tipo de árbol es. Puede ser un ciprés, un sauce, un pino, un cerezo.

No sé que hay árboles con flores, que hay árboles con frutos. Este árbol es sólo verde, muchos verdes, pero sólo eso.

 

No puedo hablar aquí del árbol como no puedo hablar de nada que algún día, en algún lugar me haya importado.

 

El árbol y yo nos miramos uno al otro; él con sus elevadas, enredadas ramas; yo, con mis pequeñas piernas flacas, mis dos coletas negras.

Yo amo a mi árbol y él me ama a mí. Para él, yo soy la niña; para mí, él es el árbol.

En la escuela me enseñan palabras ilustradas por tarjetas. Una tarjeta es el dibujo de un árbol. Lo miro y no es cualquier árbol: es el árbol, es mi árbol.

Por la tarde las urracas se posan sobre él y mi árbol canta.

Yo aprendo inglés en la escuela y canto: With the tree, there is me. There is me, with the tree.

 

Luego, llega una tarde en que subimos todas las cosas en un camión y nos vamos a vivir muy lejos. Olvidamos el árbol.

 

Para él y para mí, a pesar de todo, la vida sigue, cada cual por su lado.
Él no es querido; estorba la entrada de los carros, levanta sus raíces y quiebra las banquetas, tira hojas, no lo riegan: se seca, es feo.
Un día, los vecinos se reúnen, se confabulan contra él y, más tarde, lo tiran: nadie lo defiende.

Yo, en otro sitio, con otras ramas, no corro con mejor suerte.
Muchos años después, una mañana, que es hoy, pienso en el árbol.
Él -muy lejos, lejos en la distancia; en el tiempo, más lejano, ya muerto por muchos, muchos años- se parece a mí.

Entonces me quedo sentada allí, frente a esa imagen en que tengo seis años y miro al árbol.

Y por más que hable, aquí y en cualquier parte, no digo nada, realmente nada, de él.

Como nunca he podido decir nada, absolutamente nada, que en verdad importe.

3 COMENTARIOS

  1. Como siempre excelente… Me transportó a mi infancia frente a mis árboles en el rancho donde crecí. Gracias Carla por compartirnos está historia de amor. Saludos. F34