“Largo pétalo de mar”, la nueva novela que nos trae Isabel Allende

 

Por Víctor Daniel López  < VDL >

Twitter @vicdanlop  

 

 

Oh Chile, largo pétalo / de mar y vino y nieve / ay cuándo / ay cuándo y cuándo / ay cuándo / me encontraré contigo / enrollarás tu cinta / de espuma blanca y negra en mi cintura / desencadenaré mi poesía / sobre tu territorio”, fue el poema que Pablo Neruda le escribió a su adorada tierra chilena, aquella que tanto sufrió, pero que también nunca dejó de lado la esperanza de volverse a pintar de blanco y azul. Chile es ese largo pétalo sobre el mar del mundo, y con esa dulce metáfora es con la que Isabel Allende da título a su más reciente novela, publicada por Plaza & Janés de Penguin Random House y que ya se encuentra de venta en librerías. Y no sólo es con el título que homenajea a uno de los más grandes poetas latinoamericanos, pues cada capítulo del libro da comienzo con un verso de sus muchos poemas que dejó de legado al mundo y las letras, además de que figura así mismo como uno de los personajes secundarios de la historia que Isabel Allende ahora nos trae.

Largo pétalo de mar es la historia de Chile siendo muestra de resistencia, como también de bondad y hospitalidad, pues fue uno de los países que recibió a miles de españoles exiliados durante la Guerra Civil. La novela comienza en el año 1938, centrándose en las vidas de los protagonistas Víctor Dalmau y su cuñada Roser Bruguera, quienes vivieron la intensidad de la guerra entre los diferentes bandos españoles, resultando victoriosos al final el de los sublevados y llevando así al poder a Francisco Franco con la era más sombría y represora para España; esto aunado, además, al miedo también hacia un Hitler que se encontraba expandiendo su imperio y con ideas que les hacían pensar en las peores pesadillas; por lo tanto, su única salida, como lo fue para muchos (y los que tuvieron mayor suerte) fue embarcarse en viajes trasatlánticos que los alejaran lo más posible de esa Europa que se estaba desmoronando, rompiéndose de a partes, pero que muy rápido, y a tan sólo unos pasos de lo que vendría siendo la Segunda Guerra Mundial. Víctor y Roser huyen de Barcelona, de su natal España, a través de los Pirineos, pasando por la Resistencia francesa, conociendo aquellos campos de “trabajos forzados”, sobreviviendo al frío, al hambre y la miseria, hasta que su esperanza recobra vida al encontrarse con el famoso navío Winnipeg, aquel a punto de levar anclas para rescatar a miles de españoles y llevarlos a una tierra lejana, cerca del fin del mundo, a una ciudad de nombre Valparaíso en un país que muchos ni siquiera habían oído siquiera hablar. El Winnipeg en realidad existió, y fue el mismísimo Neruda quien lideró aquella misión, financiada y con el respaldo del entonces presidente, Pedro Aguirre Cerda. Así fue como Chile recibió a aquellos exiliados con los brazos abiertos, justo dos días después de haber estallado la guerra en Europa, y es allí en donde Víctor y Roser rehacen su vida, una diferente, una nueva, y poco a poco comienzan a olvidar esa perteneciente al pasado en un viejo continente lejano. Sin que ellos imaginaran fuera a ser tan rápido, Chile se vuelve su patria, y entonces serán testigos de la historia que habrá de cambiar por siempre aquel largo pétalo de mar, tan frágil y a la deriva: la llegada de un nuevo sistema político, el socialismo, de mano de un personaje icónico y que habrá de pasar a la historia, Salvador Allende, gran amigo también del poeta Neruda, y una serie de ideas y cambios con el objetivo de reformar al país, pero que sólo habría de durar tres años, pues fue derrocado por el golpe militar de la ultraderecha, llevando así al mando a uno de los peores y más odiados dictadores de toda Latinoamérica: Augusto Pinochet. Chile entonces vivirá lo mismo que hacía tan sólo unos años España y casi toda Europa sufrían: la represión, la guerra, la sangre corriendo todos los días y a todas horas (“y por las calles la sangre de los niños / corría simplemente, como sangre de niños”, declama un Neruda triste al ver su patria que tanto ama, agonizando, sufriendo el peor de los momentos en toda su historia). Y serán así dieciséis años los que tendrá que vivir aquel pueblo chileno que había recibido europeos cuando los estaban matando, y que ahora, al igual que ellos, su única salida contradictoriamente resulta igual emigrar a otros países, lejos de todo, sobrevivir, comenzar de nuevo.

Isabel Allende retorna a sus inicios con esa profundidad en las emociones de sus personajes, viviendo, luchando, sobreviviendo. Uno logra ponerse en sus pieles y apiadarse del mundo junto con ellos, llorar la desolación. Una historia, que atrapa desde el inicio al lector, sobre exiliados, sobre el hogar que muchas veces uno descubre no resulta siendo un país o ciudad, sino el lugar en donde se encuentran los seres queridos, el lugar que brinda, aunque sea un poco, esperanza, aquel que terminas aceptando como tu única salvación. Pero así es el mundo, así la vida, todo cambia, y a veces, para fortalecerse, hay que quebrarse, porque “la ley natural del universo es la entropía, todo tiende al desorden, a romperse, a dispersarse, la gente se pierde, miren cuántos se perdieron en la Retirada, los sentimientos se destiñen y el olvido se desliza en las vidas como neblina”. Esta es una historia de sobrevivientes a través de la guerra, las dictaduras que destrozan naciones, el coraje que se necesita tener para cambiar de vida o hacer una nueva, sin que la bondad y el amor de uno cambien, pues “se requiere una voluntad heroica para mantener todo en su sitio”.

Víctor y Roser nos demuestran así esa valentía para salir adelante, y quizá sea el amor la única salvación, para ellos, para todos, la cosa que más esperanza puede traer y ser capaz de cambiar el rumbo de las cosas, sobre todo de aquellas que son difíciles de soportar, de desprenderse y de olvidar. Sí, quizá sólo el amor.

 

“Lejos de ti
mitad de tierra tuya y hombre tuyo

he continuado siendo,
y otra vez hoy la primavera pasa.
Pero yo con tus flores me he llenado,
con tu victoria voy sobre la frente
y en ti siguen viviendo mis raíces.”

Pablo Neruda