Reseña de Once upon a time in… Hollywood de Quentin Tarantino

 

Por José Luis Ayala Ramírez

Twitter: @ayala1788

 

 

Cuando se confirmó que la nueva película de Quentin Tarantino tendría como uno de sus temas centrales el asesinato de la actriz Sharon Tate a cargo de la familia Manson las expectativas se fueron al cielo de lo que podría hacer este señor, amante de la violencia en pantalla, con tal hecho real y escabroso, los fans se afilaron los dientes y los detractores voltearon la mirada ante tal argumento de enormes dimensiones.

“Once upon a time in… Hollywood” llega envuelto en toda esta polémica alrededor del mito de Sharon Tate sólo para darnos cuenta que el señor Tarantino le sudan las expectativas de la gente, porque a pesar de que la ex esposa de Roman Polanski tiene cierta aparición en el filme y sirve como una de las múltiples metáforas y lecturas de las que se desprenden del guion, no deja de ser un macguffin, así como sucedió con el misterioso maletín en “Pulp Fiction”, para la historia central de Once upon a time la importancia de Sharon Tate es muy secundaria.

Estamos sin duda ante el trabajo más personal de Tarantino, pero a la vez también ante su película menos “tarantinesca” en estilo, ¿cómo es eso posible? Todos los elementos cinematográficos que han hecho famoso al director de Kill Bill están ahí, su narrativa rompedora, su humor negro, sus guiños culturales, su uso de la música, sus diálogos, su violencia, pero no están expuestos de forma desmedida como ocurría en toda su filmografía, por el contrario Tarantino es mesurado, entrega un poco de todo y la historia lo agradece, porque gran parte del encanto de  “Once upon a time in… Hollywood” es esa melancolía de extraviarnos en un Hollywood que ya no existe, en una época donde el western estaba muriendo, la televisión ganaba terreno, los viejos ídolos caían, las nuevas estrellas eran fugaces, era 1969 y el cine estaba por cambiar.

 

No es coincidencia que Tarantino haya escogido 1969 como el año para desarrollar “Once upon a time in… Hollywood”, pongámoslo todo en contexto. Géneros de gran importancia para el cine clásico como el musical, el cine negro o el western estaban siendo marginados, es cierto que ese año se estrenaron dos de los últimos clásicos del western como “Grupo salvaje” de Sam Peckinpah y B2utch Cassidy & The Sundance Kid” de George Roy Hill, pero ya no se producían películas de este género a gran escala como en años anteriores, por el contrario propuestas independientes más arriesgadas llegaban como “Easy rider” de Dennis Hopper o la ganadora del Oscar a mejor película “Cowboy de medianoche” de John Schlesinger, de esta forma el viejo Hollywood iba muriendo y el personaje de Rick Dalton (multifacético y extraordinario Leonardo DiCaprio) es el fiel reflejo de esta caída, una estrella del cine venida a menos que se niega a desaparecer, que busca seguir, busca seguir existiendo, pero que ya no tiene cabida en este mundo en transformación. Por otro lado es Sharon Tate (angelical Margot Robbie) la otra cara de la moneda, ya decía anteriormente que en un primer nivel de la historia su aportación es casi nula, más no en un nivel más metafórico donde es la contraparte de Rick Dalton, una nueva estrella fugaz como cientos de actores más, participe de este nuevo Hollywood que iba surgiendo, actriz limitada (hay que también decirlo a pesar de la leyenda en la que se convirtió) y cuya fama era imperceptible incluso para el público medio, la escena en la taquilla del cine lo constata de esta forma. Ese es el Hollywood en el que Tarantino nos sumerge, esa época de transformaciones, un mundo que el director no ha olvidado y nos invita a conocer en esta carta de amor al cine que explora todos estos cambios, esta vez no a través de los diálogos picantes que nos tiene acostumbrados, sino a través de acciones y metáforas que proyectan a dos épocas convergiendo (Rick Dalton y Sharon Tate, o también con Trudi, la co protagonista infantil de la serie de televisión) e incluso rivalizándose (Cliff Booth vs Bruce Lee).

Pero mientras el cine se trasformaba también lo hacia el mundo, los jóvenes despertaban o se reinventaban a través de las drogas, la cultura hippie estaba en su pleno apogeo y la sociedad estaba sedienta de respuestas ante los hechos ocurridos en Vietnam, aspecto que Tarantino no olvida a través de la odisea que vive Cliff Booth (el personaje más tarantinesco del filme y un bombón de papel para Brad Pitt) en su descenso al Hollywood del que nadie habla y del que se aprovecha para tocar de forma superficial el tema de la Familia de Manson, pero de donde además nace la mejor escena de la película, la secuencia en el Rancho Spahn es tensión pura, un agasajo donde Tarantino demuestra su maestría en la puesta en escena,  el manejo de la intriga y el tempo narrativo. 

El desenlace es Tarantino en su salsa, lo que finalmente sus fans esperaban y él regala a través de su estilo singular, provocativo, pero también esta vez emocionando como pocas veces se ha visto en su cine.

Hay mucho que digerir, mucho que procesar, mucho que debatir en “Once upon a time in… Hollywood”, una película que sólo un enfermo de amor de cine pudo haber hecho, y eso es Tarantino al fin y al cabo, un eterno enamorado del séptimo arte y su novena película es la constatación de toda esa pasión, una obra rompedora en su filmografía, para bien y para mal, como siempre sucede con este señor.